RT616 - Rotación

TRIBUNA DE OPINIÓN 24 Sufrimos cuando vemos un cayuco con niños desnutridos rescatados en el mar, pero ya no nos hace tanta gracia que se instale un centro de acogida de menores extranjeros no acompañados (MENA) en las inmediaciones de nuestros hogares. Somos ecologistas convencidos, pero cuanto más lejos de nosotros se instale la depuradora o la desaladora de turno, mejor que mejor. Solemos ser críticos, cuando no reacios, a la instalación de centrales nucleares, pero no pensamos mucho en ello cuando disfrutamos de la energía que estas nos proporcionan. Nos indigna la explotación infantil en el tercer mundo, pero no recapacitamos mucho en ello en el momento de adquirir unas zapatillas deportivas de marca. En fin, para qué seguir, porque si hay una realidad incontestable es que lo verde vende. Todo lo anterior enlaza con la exagerada proyección medioambiental que Europa viene desarrollando a lo largo del último decenio. Una proyección, que, como no podía ser de otro modo, se traslada sin solución de continuidad al sector marítimo con aristas y perfiles preocupantes y de compleja concreción técnica. No es difícil aceptar que en el viejo continente corren buenos tiempos para la lírica de la ideología. Bajo paraguas ideológicos alejados de los más mínimos fundamentos técnicos, los burócratas europeos se lanzaron a una loca carrera legislativa medioambiental para salvar el planeta como si no hubiera un mañana. Por supuesto, chinos, rusos, indios e incluso norteamericanos, más interesados en temas menos prosaicos, inteligentemente se pusieron de perfil. Europa quiere mares limpios, buques no contaminantes, puertos energéticamente eficientes, astilleros sostenibles y combustibles marinos que no polucionen, todo ello sin tener en cuenta que esta fiesta verde, de alguna manera, habrá que pagarla. Y como de costumbre, será el sufrido consumidor europeo el encargado de hacerse cargo de la factura. Lo peor del caso es el desfase objetivo que se está produciendo entre deseos medioambientales y realidades técnicas. ¿Cuántos puertos están preparados financiera y técnicamente para implementar el servicio de cold ironing?, ¿qué decisión deberá tomar un armador cuando encargue la construcción de un nuevo buque respecto a la motorización adecuada al combustible limpio del futuro?, ¿existe ya definido ese combustible limpio del futuro?, ¿afectarán las legislaciones medioambientales europeas al resto de países díscolos con este proyecto preservativo del planeta?, ¿cómo se sofocan los incendios de baterías en motores auxiliares? Son tan solo algunas preguntas a las que el sentido común obliga, aunque no nos engañemos, este proceso de modelización marítima ecológica, al menos en Europa, ha llegado para quedarse. La famosa agenda 2030 está llamada a convertirse en la biblia de los nuevos profetas verdes, así que lo mejor será aceptar como inevitable el futuro verde que, nos aseguran, salvará a la humanidad de la pobreza, el hambre y la desigualdad y asegurará la educación universal, la salud, la seguridad alimentaria y demás objetivos de desarrollo sostenible por todos sobradamente conocidos. Entonemos pues el himno “verde que te quiero verde”. n Verde que te quiero verde Juan Díaz Cano, presidente de la Real Liga Naval Española ¿Hay algo más cansino, aburrido y vacuo que escuchar repetidamente en cualquier discurso de cualquier político las palabras sostenible, reciclable o circular? Estas palabras y otras similares (alternativo, verde, ecodiseño…) insertas en discursos impregnados de buenismo social, se han acabado convirtiendo en mantras beatíficamente aceptados por unas sociedades occidentales que han hecho del artificio y la falsedad su seña de identidad. C M Y CM MY CY CMY K

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