Rotación / 31 de la zonaMarítima del Mediterráneo. Tras su última singladura el buque fue varado en dique seco de las instalaciones de Navantia en Cartagena, donde aún permanece a la “espera de destino”. En el año 2008, el Ayuntamiento de Cartagena comenzó a sopesar la posibilidad de convertirlo en museo naval flotante. La idea no era original pues, en el año 2004, en el puerto de Torrevieja un submarino de la misma serie (Delfín S-61) fue habilitado como museo flotante con notable éxito de afluencia de visitantes y curiosos. Sea como fuere, el caso es que han transcurrido catorce años desde aquella primera idea del consistorio cartagenero y, hoy en día, el proyecto sigue siendo eso, un proyecto bien intencionado en el mejor de los casos. Por lo que leo en la prensa local murciana existen conversaciones encaminadas a centrar y definir el proyecto entre la Armada, Navantia, el Ayuntamiento de Cartagena, la Cámara de Comercio de Cartagena y la Comunidad Autónoma de Murcia. Cóctel perfecto para que todo quede en nada. El principal problema parece ser el económico, aunque nadie ha dado una sola cifra sobre la cuantía del proyecto. Imagino que el siguiente paso será apelar a los empresarios locales en busca de una financiación que, mucho me temo, se anuncia esquiva. Lo que más tristeza me produce es comprobar los argumentos que se exhiben para justificar el proyecto. Se habla de integrar el buque como un elemento urbanístico o presentarlo como una atracción turística, pero nadie apela a una idea más potente: el mantenimiento de nuestras tradiciones y de nuestra historia marítima. Qué lejos nos encontramos de países como el Reino Unido, Estados Unidos oAlemania, naciones donde recuerdos vivos de una tradición naval afianzan el futuro de ésta. Negar las tradiciones marítimas de una nación es negar una parte fundamental de su historia. Nada extraño en un país donde el Gobierno ha decidido que nuestra historia comienza en 1812. Al final, no nos engañemos, los países son lo que son y sus gentes son las que son. Doble contra sencillo a que el Tonina acaba en el desguace, el más indigno final para cualquier buque. Ya ocurrió con el Marsopa S-63, achatarrado en 2013 por 90.000 miserables euros. ¿Qué tal si por una vez, y sin que sirva de precedente, este país da un paso al frente y reivindica una pequeña parte de su historia naval salvando el Tonina? O “Qué lejos nos encontramos de países como el Reino Unido, Estados Unidos o Alemania, naciones donde recuerdos vivos de una tradición naval afianzan el futuro de ésta”
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