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Rotación / 23 Cuando cosas así ocurren el ciudadano medio t iende a culpar inmisericordemente a los políticos de todas las desgracias que nos acompañan. Se equivocan; en realidad, los políticos no son sino marionetas de una Administración que tradicionalmente no ha venido funcionando en España. Y no lo ha hecho porque nunca hemos dispuesto de un cuerpo funcionarial digno de tal nombre. En países como Francia, Austria o Alemania surgieron, allá a comienzos del siglo XIX, unos potentes cuerpos funcionariales que reforzaban la estructura de sus Estados. Una organización racional de este cuerpo, el orgullo de pertenencia al mismo, el ingreso meritorio y el prestigio social reconocido, crearon una cultura funcionarial que trascendió en el tiempo. Desgraciadamente, en nuestro país nada de esto ocurrió. La inestabilidad política del siglo XIX, una Guerra Civil y una posterior Transición poco meditada contribuyeron a crear una estructura administrativa deficiente y socialmente desprestigiada. Una estructura que, además, se subdivide en 18 deficientes subestructuras autonómicas. ¿Se han preguntado alguna vez por qué la alternancia de partidos políticos en el poder al final siempre se salda con políticas muy similares? La respuesta se antoja sencilla: porque los políticos son esclavos de lujo de esta administración lenta, inmovilista, ineficiente y cara. La organización administrativa del Estado español responde a un corte y pega operado por una clase política de la Transición ingenua y poco previsora. Esta afirmación no hace tanto referencia a la figura del funcionario como sí a la configuración orgánica de la Administración española. Si bien es cierto que, a imitación del modelo político de la Restauración, no siempre ha primado el mérito en el acceso al estatus de funcionario. La tormenta perfecta surge cuando el exceso de humedad de la clase política dirigente choca con la capa fría de la Administración. ¿Cuántos organismos públ icos que casi nadie sabe a qué se dedican giran en torno al presupuesto estatal?, ¿Cuántos asesores áulicos espléndidamente remunerados viven integrados en la rueda pseudo funcionarial? ¿Cuántos sindicatos, cómodamente instalados en el sistema marcan la realidad laboral del país? En fin, para qué seguir con preguntas retóricas. Toda esta disquisición viene a cuento del reciente proyecto sometido a información pública bajo la grandilocuente formulación de Marco estratégico del sistema portuario de interés general. Debo reconocer que formalmente el proyecto estaba impecablemente presentado. Como diría un joven de la España actual, se lo habían currado, pero, en realidad, los gestores de Puertos del Estado tan solo se han centrado en realizar una propuesta continuista para que el modelo portuario se consolide en sus deficiencias durante los próximos veinte años. Y si, como dice el famoso tango, veinte años no es nada, dentro de dos décadas nuevos gestores administrativos de Puertos del Estado volverán a la carga para seguir ahondando aún más en este modelo en que tan cómodos se sienten. Cuestión de esperar… O “La tormenta perfecta surge cuando el exceso de humedad de la clase política dirigente choca con la capa fría de la Administración”

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