19 ESPEC I AL 1 00 hoy en día el sector químico factura más de la mitad de su cifra de negocios fuera del país. Toda esta evolución ha tenido en los últimos años una suerte de colofón involuntario. En 2020, la industria química, declarada oficialmente como sector esencial, mantuvo sus producciones en marcha y contribuyó decisivamente a paliar los efectos devastadores de la pandemia de la COVID-19, proporcionando materiales para fabricar equipos de protección individual, suministrando oxígeno medicinal, preservando la higiene de espacios y superficies a través de desinfectantes y biocidas, y suministrando productos a cadenas de valor indispensables como la alimentación, el packaging o la medicina. Los progresos alcanzados con las vacunas tampoco hubieran sido posibles sin la química. Hay, pues, motivos para sentir orgullo por lo conseguido en estos últimos quince años, y a pesar de ello, los hay también para la preocupación. El sector se enfrenta a un cuádruple reto, ahora exacerbado por la guerra en Ucrania: la transición hacia un futuro de emisiones netas cero, la digitalización, la circularización de sus operaciones y de las de sus clientes, y la legislación cada vez más estricta del Pacto Europeo que propone para 2030 un entorno “libre de tóxicos”. Son retos formidables, sin duda. La industria química los encara con optimismo, reforzada por la convicción de que siempre ha conseguido salir adelante, incluso en el más difícil de los escenarios. Esta vez los obstáculos son de naturaleza diferente, pero el sector sigue igual de resuelto a encararlos de frente y superarlos porque, simplemente, no hay alternativa. El futuro sostenible de nuestro planeta necesita de la química. n El futuro sostenible de nuestro planeta necesita de la química
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