Tribuna 20 En febrero de este año, haciendo balance de la situación y perspectivas del sector cementero, indicamos que esperábamos un arranque de año con valores en negativo, como consecuencia de la comparativa con la evolución tan positiva que tuvimos en los meses de enero y febrero de 2022. Confiábamos entonces -y continuamos confiando- en que a lo largo del año se aprecie una ligera recuperación real en el consumo, impulsada por la llegada de los fondos del Plan de Resiliencia. Finalmente, y aunque seguimos esperando –desde la resiliencia, eso sí– el impacto de esos fondos, el primer cuatrimestre nos ha dejado unas cifras de consumo de cemento ligeramente mejores que las esperadas. En lo que va de año, el crecimiento acumulado es de un 1,6%, una evolución en positivo que sitúa el consumo en 4.87 millones de toneladas, pero condicionada por unos datos mensuales tan atípicos, que no creemos que puedan ser extrapolables al conjunto del año. Entre enero y abril, se han sucedido crecimientos y caídas muy acusadas, en una estadística en zigzag vinculada, más que a circunstancias concretas de este ejercicio, a la comparativa con las diferentes situaciones coyunturales vividas en 2022. Así, mientras que en enero el consumo creció un 5,4%, al recuperar los volúmenes perdidos en diciembre por las fuertes lluvias, en febrero cayó un 7,1%. En marzo, la comparativa con el mismo mes de 2022, cuyo consumo fue muy bajo por la huelga de transporte, favoreció un crecimiento del 23,5%, poco ajustado al volumen real de consumo, aun sumando el efecto preelectoral que impulsó el aumento en la ejecución de obras a escala municipal. Finalmente, en abril, el último mes del que disponemos de datos, se ha producido una caída del 11,6%, influida por la comparativa con los buenos resultados del mismo mes de 2022, cuando se finalizaron, tras la huelga de transporte, muchas obras que habían quedado paralizadas por falta de materiales. La doble convocatoria electoral añade incertidumbre al escenario económico Aunque nuestras previsiones para el conjunto del año, realizadas en febrero, situaban el consumo de cemento en una horquilla poco optimista de entre un 0% y un -3%, confiábamos en que este ratio podría mejorar si finalmente empezaba a notarse en el conjunto de la economía el impacto de los fondos de resiliencia. Aun no los percibimos, pero queremos insistir en que su aplicación práctica, a escala pública y privada, es imprescindible para el impulso del conjunto del sector constructor. No obstante, el nuevo escenario político, con una segunda convocatoria de elecciones no prevista en ciernes, marca un nuevo hito en el camino, ya que suele ralentizar la toma de decisiones a nivel empresarial. En los meses que quedan hasta el ecuador del año, ya preveíamos un parón de la obra pública, mientras se ajustaban los nuevos equipos de Gobierno a escala local y autonómica. Pero el adelanto de las elecciones generales al 23 de julio, añade más incertidumbre, si cabe, al actual escenario. Este tipo de circunstancias suelen afectar, no solo a la licitación y ejecución de la obra civil, sino también a la evolución de la construcción y edificación privada, lo que dificulta aún más aventurar una previsión real para la evolución del mercado de aquí a final de año. Un sector cementero pendiente de la 'resiliencia' Aniceto Zaragoza, director general de Oficemen (Agrupación de fabricantes de cemento de España)
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