ENTREVISTA 99 miento de los hombres en la reproductiva. Esta situación, tal como han demostrado múltiples trabajos de académicos y expertos, se combina con una serie de razones materiales que también dificultan la transición a la maternidad (ej. desempleo -especialmente juvenil-, acceso a la vivienda, precariedad laboral...) y que predominan sobre todas las demás razones. España, junto a Italia, es el país europeo con la tasa de fecundidad más baja y las mujeres tienen su primer hijo a edades más tardías. ¿A qué es debido? A las parejas españolas les resulta difícil lograr que todo esté encauzado antes de tener descendencia. Los motivos por los que no se tiene el número de hijos que se desea varían según la edad, pero los que encabezan la lista son la coyuntura económica y el inicio tardío de la convivencia en pareja. La imposibilidad de establecerse de manera independiente fuera del hogar de los padres dificulta la planificación a largo plazo de los jóvenes. ¿Cómo se podría revertir esta situación? En cuanto a sus preferencias reproductivas, España no es un país distinto al de resto de países de Europa. Las parejas españolas dicen querer tener alrededor de dos hijos, de igual manera que pasa en otros países europeos. Sin embargo, la sociedad española no aprovecha todo su potencial reproductivo. Los jóvenes se emancipan tardíamente de sus padres, la vida en pareja se inicia también tarde y esto acorta el tiempo que los jóvenes tienen para alcanzar sus deseos reproductivos. La precariedad laboral, el desempleo y la incertidumbre económica limitan la capacidad de estos jóvenes españoles para emanciparse. Sin políticas públicas de promoción a la emancipación y de inserción laboral de los jóvenes o, en su defecto, sin un mercado laboral dinámico, sin desempleo y con buenos salarios, los jóvenes españoles no alcanzan a edades tempranas la seguridad necesaria para tener los hijos que desean. La transición a la vida en pareja también se ve afectada por las condiciones precarias de los jóvenes. Al empezar a tener hijos a edades tardías, los problemas para concebir se incrementan de manera muy rápida ya a partir de mediados de los 30 años. Mirando al exterior, ¿qué países considera que implementan una buena política demejora de la natalidad? En comparación con otros países de Europa, en España el apoyo a los adultos jóvenes con hijos es limitado. Por ejemplo, en el 2015, los países nórdicos y Francia gastaron el doble que España en prestaciones familiares (en porcentaje del PIB) a través del sector público. Además, los horarios laborales en España suelen implicar pasar muchas horas en el lugar de trabajo, en momentos en que los niños están en casa. Asimismo, en países nórdicos, muchas mujeres acceden al empleo a través del sector público que ofrece seguridad laboral y bajas de maternidad generosas, aunque con salarios más bajos que en el sector privado y con carreras laborales de promoción más limitada. La proporción de empresas españolas que ofrecen políticas de conciliación familiar, es decir, la posibilidad de acumular horas para obtener días libres (jornadas completas o medias jornadas) y modificar el inicio y el final de la jornada laboral, está entre las más bajas de la Unión Europea y muy por debajo de la media del 50%. Mientras que en países como Dinamarca, Austria y Suecia más del 75% de las empresas privadas ofrecen conciliación, en España solo lo hacen aproximadamente el 35%. Esta circunstancia probablemente guarda relación con la estructura de la economía española, con una gran proporción de pequeñas empresas que no tienen capacidad económica suficiente para ofrecer ese tipo de ayudas. No queremos defender políticas de natalidad, sino promover las condiciones que posibiliten a las parejas tener el número de hijos deseados. ¿Desean añadir algún comentario más? La baja natalidad no es el problema. El mantenimiento del estado de bienestar se puede lograr con más productividad, inmigración y/o vidas laborales más largas. El problema es la brecha entre la fecundidad deseada y la fecundidad observada, porque apunta a un déficit de bienestar individual y social. Como sociedad, deberíamos plantearnos la asignación de recursos en nuestras vidas e incorporar la crianza de los hijos en las primeras edades como un pilar más del Estado de Bienestar, sabiendo, como sabemos, que nos enfrentamos a la creciente frustración de los proyectos reproductivos de una parte considerable de la ciudadanía. El ajuste de los proyectos reproductivos y de las exigencias profesionales de hombres y mujeres se ha convertido en la cuadratura del círculo de nuestras sociedades. La transición familiar basada en la asunción de valores de género igualitarios necesita del apoyo institucional. Nos hemos acostumbrado a cargar en las espaldas de las mujeres y de las jóvenes generaciones las responsabilidades de la reproducción, apremiándolas con el conocido reloj biológico y, sin embargo, ese minutero marca las horas de nuestra sociedad en su conjunto y mide, nada más y nada menos, que la distancia que nos separa de una sociedad más justa e igualitaria, de la que todos somos responsables. Empezando por nuestras instituciones. La Demografía tiene mucho que decir sobre este proceso que condiciona vidas privadas y evoluciones colectivas que nos empujan a decisiones públicas, pero para poder responder a este reto es necesaria la voluntad institucional de producir más y mejores datos sobre la infecundidad en España. n
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