OV27 - Tierras Ovino

nº 27- pág 75 [tierras OVINO 2019 medidas resultan insuficientes, dada la dificultad de aislamiento de los animales infectados. - Utilización de antibióticos: esta medida, que no debe ser utilizada de forma preventiva, se encuentra fuertemente influenciada por la condición intrínseca de las clamidias como bacterias intracelulares obligadas. De este modo, a pesar de tratarse de una bacteria sensible a numerosos antibióticos, se necesitan altas concentraciones de los mismos en sangre para obtener fines terapéuticos fructíferos. Esto, unido a la dificultad para predecir el momento de la infección, hace que la utilización de antibióticos resulte económicamente insostenible, hecho al cual hay que añadir que un uso inadecuado podría ocasionar la persistencia de manera subclínica de la infección y/o el posible riesgo de desarrollar antibioresistencias. - Inmunización activa: una vacuna y protocolo de vacunación adecuado es la medida más eficaz para controlar el aborto clamidial en ovejas, dado que la primera exposición de los pequeños rumiantes a C. abortus induce una inmunidad protectora y evita problemas reproductivos en posteriores contactos con este agente. Por este motivo, la vacunación es la medida más eficaz e importante en el control y prevención del AEO. ► VACUNAS INACTIVADAS Han sido las vacunas más utilizadas desde que se desarrolló la primera vacuna frente al AEO. Entre los años 1954 y 1971, diversos autores realizaron estudios utilizando vacunas contra el aborto clamidial, preparadas a partir de placentas infectadas o a partir de clamidias cultivadas en sacos vitelinos de embrión de pollo. Uno de los inconvenientes de estas primeras vacunas inactivadas era que daban lugar a un elevado título de anticuerpos fijadores del complemento, lo que ocultaba la situación epidemiológica al dificultar el diagnóstico serológico. El principal problema que plantea el uso de vacunas inactivadas es que, hasta ahora, no han conseguido evitar o disminuir de forma significativa la excreción de las clamidias en el rebaño, y por tanto, no consiguen la erradicación de la infección, además de poder provocar una selección natural a favor de aquellas cepas más virulentas, puesto que serán las que eviten mejor las defensas del hospedador. Tal y como demuestran varios estudios, estas vacunas reducen el número de abortos en un rebaño, pero no impiden la excreción de las clamidias en el momento del parto. En España, el primer estudio de la eficacia de estas vacunas se llevó a cabo por el grupo Patogénesis Microbiana de la Universidad de Murcia, que, utilizando un modelo experimental murino, demostró que ninguna de las vacunas inactivadas comercializadas en ese momento resultaba eficaz frente a la infección por C. abortus. Autores como Caro et al. (2003) demostraron que una vacuna inactivada preparada correctamente, en la que se incluyera suficiente cantidad de antígeno, un adyuvante adecuado y un método de inactivación que garantice una máxima conservación antigénica, puede inducir una protección eficaz frente al AEO. De esta forma, otras investigaciones de este grupo de investigación demostraron, en el hospedador natural, que estas vacunas experimentales inactivadas contra C. abortus formuladas con nuevos adyuvantes, mejoran el nivel de protección conseguido con vacunas comerciales formuladas con adyuvantes más tradicionales. No obstante, en países como España e Italia, pese a los inconvenientes y la escasa protección frente al AEO demostrada por este tipo de vacunas comerciales, han sido muy utilizadas hasta la fecha. ► VACUNAS ATENUADAS Las vacunas atenuadas se desarrollaron con la finalidad de conseguir una vacuna contra el aborto clamidial que indujera respuestas inmunológicas idóneas y niveles de protección adecuados en los animales inmunizados, en paralelo al desarrollo experimental de vacunas inactivadas y subcelulares. El primer intento en conseguir este tipo de vacuna se llevó a cabo mediante sucesivos pases por embrión de pollo por Becerra et al. (1976), pero resultó un fracaso porque la cepa recuperaba su virulencia tras el primer paso a su hospedador mamífero. Basándose en los buenos resultados que se habían obtenido en virus utilizando cepas termosensibles, Rodolakis (1983) obtuvo un mutante termosensible a partir de la cepa AB7 de C. abortus (cepa 1B). Esta cepa vacunal termosensible crece como una cepa normal en un rango de temperatura de 35-38 °C, sin embargo, a 39,5 °C (temperatura corporal de los pequeños rumiantes) su crecimiento es muy reducido. Esta vacuna se probó experimentalmente, tanto en oveja como en cabra, y se demostró que induce una protección superior a la conferida por las vacunas inactivadas comerciales, sin afectar a posteriores gestaciones y a la fertilidad. Un factor importante que se demostró con esta vacuna es que se reduce drásticamente la excreción de clamidias durante el parto, consiguiendo que los animales vacunados no transmitan la enfermedad a los no vacunados. La cepa atenuada 1B comenzó a comercializarse en el Reino Unido en el año 1990 y se demostró que puede combinarse con una vacuna atenuada frente a Toxoplasma gondii, sin que esta asociación suponga una importante pérdida en la eficacia de ninguna de las dos vacunas. Tabla 1. Factores importantes a considerar para el desarrollo y mejora de nuevas vacunas frente al AEO (adaptado de Entrican y col. 2012). ✚

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