METALMECÁNICA 343

TRIBUNA DE OPINIÓN Roberto Hernando es Ingeniero Industrial y Master en Microelectrónica. Actualmente retirado, ha sido muchos años director de empresa, de los cuales los últimos 17 en Intermaher, del sector de la máquina-herramienta. 165 que era maestro, tuvieron que avalar la compra con todos sus bienes. Eso es ser emprendedor. Ahora tiene una gran empresa, un patrimonio potente, ha generado empleo y paga un pastizal en impuestos para soportar al estado del bienestar. El problema es que nos faltan emprendedores. Para empezar, deberían estar mejor vistos socialmente pero, ya se sabe, la envidia es el deporte nacional y, además, hay demasiada gente que exige mucho y aporta poco. En tiempos me explicaron que hay tres maneras básicas de dirigirse a otra persona: como un adulto, como un padre o como un niño. Si cuando hablamos con alguien actuamos como un adulto es decir, con tono y gesto mesurado, con educación, razonando y escuchando, la posibilidad de que la otra persona nos responda como un adulto y de que lleguemos a un acuerdo es muy alta. Si le hablamos como un padre, con gesto y tono prepotente, va a ser difícil que consigamos una respuesta de adulto. O bien nuestro interlocutor se asustará y nos responderá como un niño, o nos encontraremos con padre y medio. Siguiendo con el tema de las relaciones humanas, sin duda el teletrabajo, bien utilizado, es una herramienta muy útil, pero tiene que seguir habiendo un contacto personal potente. Una charla informal ante la máquina de café suele ser muy resolutiva. Hablando con otro buen amigo, salió a la palestra un nuevo estilo de gestores que parecen pegados a una hoja Excel. Se pasan el día manejando datos. Seguramente tienen mucha formación y muchos másteres, pero les falta tiempo de trinchera y están más recopilando datos que pensando en lo que hay que hacer. En resumen, las ramas les hacen perder de vista el bosque. Con esto no quiero decir que no debamos manejar datos. Yo siempre he sido muy puntilloso a la hora de tener un conocimiento al detalle de mis costes. Sin embargo, la gestión de una empresa es más sencilla de lo que algunos aficionados a los modelos y técnicas complejas quieren presentar y, básicamente, tiene que estar basada en el menos común de los sentidos, que es el sentido común. Sobre el sentido común, mi perro Pluto me ha enseñado muchas cosas. Ante un problema tenemos tres respuestas básicas: luchar, quedarnos quietos o salir corriendo. Mi perro Pluto sigue su instinto para seleccionar cualquiera de esas alternativas según la situación. Cuando tiene que huir, sale corriendo y eso no le crea ningún problema de orgullo, ni de conciencia, como le podría pasar a un humano. Si le tiro una pelota y ve que otro perro es más rápido, no se molesta ni en correr, porque para perder no juega. Lo que en los perros llamamos instinto en los humanos suele llamarse intuición. Lo que nos dice nuestra intuición, está muy relacionado con el sentido común y es muy válido. Lo que pasa es que luego nuestro orgullo, miedos o necesidades nos hacen deformar la realidad y tomar decisiones inadecuadas. En este sentido, una de mis frases favoritas siempre ha sido que las cosas no son como queremos que sean, sino que son como son. Escuchar a nuestra intuición, seguro que nos ayudará a resolver un dilema muy típico que aparece cuando entras de gerente nuevo a una empresa. Una teoría dice que, antes de tomar decisiones, es necesario un tiempo para observar y conocer la empresa. Pero otra dice que, si una cosa que te ha llamado la atención por negativa no la resuelves rápido, al cabo de unos día de verla repetida, te acabará por parecer normal. Todos hemos visto a entrenadores de fútbol tener éxito con un estilo en un club, tratar de aplicar el mismo modelo a otro y fracasar. Así pues, la flexibilidad y adaptación a nuestro entorno son fundamentales, ya que un mismo estilo no tiene por qué ser válido en todas las empresas. Actualmente las carreras profesionales no tienen mucha lógica. Tendemos a agarrarnos a los puestos directivos hasta nuestra jubilación estándar o incluso más allá. Sin embargo, ya no estamos en nuestra mejor forma. En mi caso, el mejor momento como gerente fue de los 40 a los 50 años. No digo que sea a partir de los 50, pero sí que se deberían articular formas, para que los gerentes fueran dejando su plaza a personas más jóvenes con más empuje y pasaran a labores consultivas, con menos presión y menos retribución, donde su experiencia sería muy valiosa. Y no puedo terminar sin hablar del sentido del humor. Reírnos de vez en cuando, incluso de nosotros mismos, ayuda a llevar con estilo la presión del día a día. Esto y tener la autoestima alta, ya que será muy difícil que alguien nos aprecie si no nos apreciamos a nosotros mismos. En este sentido, sin duda tenemos que reconocer nuestros errores, analizarlos y ver cómo podemos mejorar. Ya lo dice el refrán “unas veces se gana y otras se aprende”. Pero en lo que tenemos que regodearnos cuando nos juntemos a tomar un café, es en nuestros éxitos. n

RkJQdWJsaXNoZXIy Njg1MjYx