TRIBUNA DE OPINIÓN 49 Nos encontramos en el punto de convergencia de esta metamorfosis tecnológica donde la IA no solo impulsa la productividad al optimizar los flujos de trabajo industriales, sino que también nos sorprende gratamente con su incorporación a nuestras rutinas diarias. SIN FUTURO NO SOMOS NADA Muchos compartimos la visión de que tenemos por delante un futuro apasionante, en el que tanto le vamos a pedir a la tecnología. Los humanos siempre esperamos el milagro. Desde que creíamos en la magia confiamos ciegamente en el poder y el potencial de la tecnología. Estábamos seguros de que se iba a producir una vacuna milagrosa, salvadora, efectiva y en tiempo récord para evitar a la humanidad el colapso. Antes fracasamos a la hora de ver el potencial de Internet y la burbuja nos explotó en la cara. Vamos ninguna novedad. Es lo que tiene la confianza ciega. Muchos otros antes que nosotros han vivido el desarrollo industrial de su pueblo, ciudad, o país. Han sonreído ante la llegada de la energía hasta nuevos centros productivos cada vez más mecanizados y automatizados primero en la forma de vapor de agua que les liberó de un trabajo físico brutal. Respiraron aliviados cuando fue posible hacer que la energía se condujera por un cable eléctrico alejando la industria de los centro productivos energéticos, haciendo realidad la producción y generación distribuida y descentralizada. Descubrieron que la reducción de escala de las cosas los llevaba a otra dimensión, mejorando las condiciones de vida de muchos. Se asombraron con aquel computador que hizo aterrizara por primera vez casi por arte de magia (otra vez) la nave Apolo 11 en la luna, y cuya capacidad es hoy superada 1.000 veces por el más básico de los smartphones que usamos a diario. Todas estas revoluciones tuvieron ese cariz de transformar de un modo más o menos disruptivo sectores, tareas, cometidos, trabajos y toda una nueva sociedad que venía de atrás. Hoy todo el mundo tiene miedo a la IA, a que le haga insignificante, desde los abogados a los médicos, de los ingenieros a los arquitectos. Y como somos de temer por todo, lo primero que hacemos en la vieja Europa que no tiene la capacidad de marcar el paso en la tecnología que se ubica al otro lado del charco, poner puertas al campo, sin preguntarnos por qué. Raro o no, no hay ningún actor significativo a este lado. Será verdad que con la IA las Empresas crearán más valor?, ¿Tomará la IA más y mejores decisiones, menos aleatorias, menos condicionadas por intereses espurios? ¿Acabará la IA con la corrupción? ¿Cómo decidirá la IA cuando tenga que enfrentarse a decisiones éticas y elegir entre a quien dar un medicamento escaso entre el joven y la persona mayor? ¿Y entre el caucásico y de otra raza? ¿Y entre el habitante de un país u otro? ¿Y entre el que tiene más capacidad económica y el que tiene menos? O quizás en definitiva lo ideal sería no tener que decidir, otra ventaja de la IA. Hay organizaciones, personas, países y culturas a las que les da pánico decidir. Decidir entre solo o con leche, entre 4º y 5º marcha en el cambio de
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