IA33 - Almazaras

OLIVICULTURA 62 Figura 1. Ejemplo de las dimensiones que ha de tener una cubierta vegetal según los requisitos contemplados en las medias P6 y P7. Figura 2. Factores que influyen en la elección y manejo de una cubierta vegetal. ción del momento de su control para agostarla, son decisiones en las que hay que tener en cuenta el clima y la meteorología de la zona, la orografía del terreno, las características del suelo, sin olvidar las características de la explotación y de la maquinaria disponible para el manejo de la cubierta (Figura 2). Sin ánimo de restar importancia a todas las decisiones y operaciones que son necesarias llevar a cabo para un adecuado manejo de la cubierta, dos son los aspectos en los que nos vamos a centrar en el presente artículo, por ser claves en su gestión: idoneidad de cada tipo de cubierta en base a las características del suelo y siega de la cubierta. Idoneidad de cada tipo de cubierta en función de las características del suelo El suelo es uno de los factores a considerar en la elección del tipo de cubierta o en cómo implantarla. En este caso, conocer su grado de fertilidad, su condiciones estructurales y texturales es fundamental a la hora de considerar qué Cubierta Vegetal establecer. El contenido de materia orgánica, nitrógeno y fósforo nos sirve para conocer el estado nutricional del suelo. En muchas ocasiones la falta de desarrollo de las especies vegetales por falta de nutrientes es la responsable del fracaso de la instalación de Cubiertas Vegetales. En caso de baja fertilidad natural, se puede plantear como estrategia incluir leguminosas en la cubierta para así fijar el nitrógeno atmosférico, combinada con otras especies que garanticen la cubrición del suelo. Por otro lado, el aporte de fertilizante el primer año, o alguno más si fuera necesario, cuyas dosis dependerán del tipo de cubierta establecida, puede ser la garantía de que el suelo se protege adecuadamente. Por su parte, la textura tiene relación con muchas de las propiedades del suelo como el contenido de materia orgánica o la capacidad para almacenar agua en su perfil. Así pues, por lo general los suelos arcillosos suelen tener un alto contenido de materia orgánica y estar bien estructurados, lo que los hace menos erosionables. Este tipo de suelos suelen tener una buena capacidad de retención de agua, con una humedad disponible de alrededor del 14% (38% en capacidad del campo y 34% en el punto de marchitamiento), por lo que es posible que el control de la cubierta vegetal pueda retrasarse respecto a otro tipo de suelos. Por el contrario, este tipo de suelos, en condiciones de mucha humedad son más difíciles de trabajar y en condiciones de sequía, pueden abrirse grietas en el caso de que las arcillas dominantes sean expansivas, cuestión a tener en cuenta a la hora de elegir especie en la cubierta, siendo preferibles aquellas que en el periodo en el que se encuentra agostada, cubran bien el terreno para evitar la pérdida de humedad por evaporación directa del suelo y retengan el agua de precipitaciones estivales el máximo tiempo posible. Los suelos arenosos, por su parte, son por lo general muy oxigenados, lo que hace que la tasa de mineralización de la materia orgánica sea alta, dando como consecuencia suelos con poca cantidad de ese elemento. Este tipo de suelos suelen tener poca capacidad de retención de agua en el perfil, con una humedad disponible de alrededor

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