IA33 - Almazaras

REPORTAJE ESPECIAL 21 recorrer. Empezando por mi propia universidad. Se ha hecho mucho, pero reconozco que se hubiera podido hacer mucho más. Esa difusión no ha de ser una tarea personal, en que sea yo quien ofrezca charlas, redacte notas de prensa y hable con medios de comunicación. Los centros y las instituciones han de hacerse eco a través de sus medios y redes de la labor que está haciendo su personal educativo. ¿Qué empujó a José Casanova meterse en este proyecto? El proyecto se presentó justo después de un cambio muy grande en mi vida. Me llamó la atención venir a una zona de conflicto como esta a hablar de un ámbito que me gusta mucho como es la olivicultura. A lo largo de mis múltiples visitas he ido comprobando en qué situación se encontraba esta región y qué podíamos aportar a sus agricultores. Además, me pareció muy atractivo colaborar en un proyecto que tenía un objetivo muy concreto. ¿Cómo ha sido la relación con un estamento militar que a la vez ha sido intermediario con la población local? Era algo que no había vivido antes. Y, aunque el contingente español cambia cada 6 meses, nos tratamos con respeto y acabamos integrando un grupo muy unido entre los militares, traductores y profesores. Tenemos claro que trabajamos con un objetivo común y que somos la imagen de España en el exterior. El método de elaboración del programa consiste en que toman el contigente toma la iniciativa de hablar y despertar el interés en poblaciones con olivicultores y almazaras. Las clases son teóricas, en recintos cerrados, y prácticas, en el campo. Siempre hablamos en español y un traductor interpreta al árabe. A lo largo de estos años has visitado multitud de poblaciones, incluso las mismas en varias ocasiones. ¿Cómo ha evolucionado la experiencia? Ha sido constante la buena acogida por parte de todas las comunidades, ya fuesen drusas, cristianas, chiitas o sunitas. Han sido muy receptivos, dado también el interés que tienen en mantener una buena relación con los destacamentos militares en la zona. En las más de treinta localidades que hemos visitado nos hemos encontrado a gusto. Lo realmente devastador ha sido la crisis económica que comenzó en 2019. Recuerdo el último viaje justo antes de la pandemia, en febrero de 2020, cuando conseguimos reunir a unos 40 alumnos de dos escuelas agrarias de Nabatieh y El Khiam, y otras 30 personas adultas, la mayoría agricultores. Ese hecho nos impactó muchísimo, porque significaba un éxito del Programa. Cuando volvimos en 2022 habían desaparecido los jóvenes y las mujeres, y solo quedaba la gente de avanzada edad, poco interesada en cambiar sus métodos. Nuestro objetivo desde un principio había sido buscar gente joven y cooperativas de mujeres con ganas de cambiar la forma de producir. Y la realidad es que la mayoría de ellos se han marchado fuera del Líbano o a trabajar a zonas urbanas. ¿Las sensaciones que os transmiten los asistentes a las jornadas de formación que realizáis es que necesitan el conocimiento porque nadie se lo hace llegar? Siempre he considerado que, además de nosotros, había otros profesionales que daban también formación en las comunidades que después visitábamos. Pero era una formación puntual y no prolongada en el tiempo. Nosotros suplimos, en parte, esa formación. Aunque tenga sensaciones encontradas en ese aspecto, entiendo que el trabajo que hemos hecho ha sido correcto y que todas esas comunidades que hemos visitado han hecho un esfuerzo notable por atender nuestras explicaciones. Comunidades y productores piden recursos. ¿Pero cómo se pueden vehicular esos medios para que sean realmente eficientes? Italia o Francia han donado ayudas. Cuando acudimos a algunas localidades vemos tractores, estaciones de secado de fruta o patios de almazara completos, y algunas de ellas no se han puesto en marcha desde hace años porque no hay fondos para ello. Concentrado y con pasión explica a una comunidad local cuáles son los aspectos a tener en cuenta en el cuidado del olivo.

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