HC372-HORTICULTURA 372

SANIDAD VEGETAL Foto 1. Macrolopus caliginosus atacando a un pulgón. Foto: IRTA. 27 la expansión de una nueva mosca blanca, Bemisia tabaci, y las enfermedades víricas que podía transmitir, como el virus de la cuchara del tomate (TYLCV) y otras del mismo grupo. En segundo lugar, la popularización de los depredadores polífagos como agentes de control biológico y, finalmente, la aparición de la polilla sudamericana del tomate Tuta absoluta. LA EXPANSIÓN DE BEMISIA TABACI Aunque ya era un problema en Israel y Turquía en los años 70, no fue hasta la década de los 90 cuando B. tabaci se convirtió en un problema para los cultivos hortícolas del Mediterráneo. Durante este período, las dos especies de moscas blancas, T. vaporariorum y B. tabaci, coexistían en los invernaderos de las zonas templadas y cálidas, mientras que sólo la última especie estaba presente en los invernaderos de las regiones más cálidas del sur, donde causaba problemas graves de TYLCV. El programa de Gestión Integral de Plagas operativo hasta el momento no ofrecía una buena solución para el control de B. tabaci; E. formosa no era suficientemente efectiva, Eretmocerus mundus, un parasitoide en la práctica específico de B. tabaci, era dificil de criar, y la alternativa propuesta por las casas comerciales ( Eretmocerus californicus), no se establecía adecuadamente en los invernaderos cálidos del Mediterráneo. Además, apareció en muchos invernaderos, de forma espontánea, otra especie de Encarsia, E. pergandiela, naturalizada después de su importación a Italia, que acabó de distorsionar el programa al limitar la capacidad de parasitismo de E. forrmosa. En resumen, el pobre comportamiento de los parasitoides disponibles en ese momento hizo que el programa girase hacia otro grupo de enemigos naturales, los depredadores polífagos de la familia Miridae. LOS MÍRIDOS DEPREDADORES Estos depredadores polífagos (es decir, que se pueden alimentar de muchas presas diferentes) y zoofitófagos (que se alimentan de presas animales y también de plantas), fueron identificados como los enemigos naturales más abundantes y efectivos para el control de T. vaporariorum en los cultivos de tomate, y también se hizo patente su papel en el control de otras plagas importantes del tomate como B. tabaci, los pulgones y las moscas minadoras de hojas. La presencia de míridos ya había sido observada durante los primeros intentos de control biológico con E. formosa. Estos estudios mencionan especies de los géneros Macrotophus, Dicyphus y Nesidiocoris. Durante muchos años, dos especies de Macrolophus, M. caliginosus y M. pygmaeus, fueron citadas como depredadores clave de varias plagas en cultivos hortícolas. Posteriormente, los trabajos de varios investigadores que combinaban la taxonomía clásica con los métodos moleculares, demostraron que el nombre correcto de la especie predominante en tomate era M. pygmaeus, al que hay que atribuir todas las citas de Macrolophus como enemigo natural en este cultivo. Las primeras sueltas de M. pygmaeus se realizaron para complementar el control proporcionado por E. formosa. El parasitoide aseguraba el control inicial de la mosca blanca mientras las poblaciones de depredadores se establecían en el cultivo .Con el tiempo, la elevada polifagia que presentan los míridos ha sido considerada una ventaja clara ya que permite el establecimiento prematuro del depredador en el cultivo cuando la plaga diana todavía se encuentra en densidades bajas, ayuda a mantener una población residente del enemigo natural cuando se ha conseguido el control biológico de la presa diana, y permite el control de más de una plaga y de diferentes estadios con un único enemigo natural, evitando la necesidad de liberar múltiples especies. Bajo circunstancias específicas, la alimentación sobre material vegetal por parte de míridos depredadores puede causar daños en las tomateras y también en otros cultivos. Estos daños pueden variar según la especie de mírido, la abundancia de la plaga, el estado fenológico y nutricional de la planta, la variedad, el ciclo del cultivo y las condiciones atmosféricas, entre otros. Durante los años 90, el desarrollo de un gráfico de decisiones para gestionar con éxito las poblaciones naturales de Dicyphus tamaninii, que producía daños directamente al fruto del tomate cuando la presa escaseaba, proporcionó un buen ejemplo de cómo aprovechar la capacidad depredadora de estos enemigos naturales sin asumir riesgos derivados de su fitofagia. A pesar de ser la primera

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