CULTIVOS TROPICALES 35 con pulgones, podredumbres en los cladodios asociadas a bacterias, que aparecen en invierno con bajas temperaturas y alta humedad relativa, y el llamado “ojo de pescado” que se manifiesta con manchas y clorosis que aparecen sobre los cladodios provocadas por un hongo (Botryosphaeria dothidea). La pitaya es un fruto no climatérico, es decir, la maduración no continúa una vez recolectado el fruto. Los índices de recolección más utilizados son el color de la piel y los días transcurridos desde la floración. Para conseguir frutos más dulces y apetecibles debemos recolectar fruta plenamente madura, aunque hay que tener precaución porque la fruta sobre-madura se raja con frecuencia. La calidad intrínseca de la variedad y la época y condiciones de maduración son determinantes en la aceptación del fruto. Este se conserva bien a 10 °C y tiene una vida postcosecha potencial de unas cuatro semanas. La introducción en el invernadero de productos de alto valor, como frutales tropicales o exóticos, puede incrementar la rentabilidad de las explotaciones y contribuir a diversificar la producción agrícola. Las frutas tropicales constituyen una alternativa de cultivo de interés ya que la demanda de estos frutos en Europa es cada vez mayor, España es el principal productor y la proximidad al mercado europeo nos da una ventaja competitiva muy importante, ya que podemos recolectar la fruta en el punto óptimo de maduración, y con costes del transporte y huella de carbono claramente inferiores. En la Estación Experimental de Cajamar, en estrecha colaboración con el grupo de Fruticultura Subtropical y Mediterránea (AGR222) de la Universidad de Almería, comenzamos en 2012 con una línea de trabajo sobre el cultivo protegido de especies frutales. En una primera fase del proyecto seleccionamos diferentes especies que pueden ser de interés, para comprobar su adaptación a nuestras condiciones de cultivo en invernadero. En ellas, se evalúa el establecimiento, crecimiento y desarrollo del cultivo, si florece, produce buenos frutos, su época de maduración y si cumplen con los estándares de calidad del mercado. En una segunda fase trabajamos para desarrollar un modelo de producción óptimo de las especies seleccionadas por su inicial interés y comportamiento en la fase previa. Comenzamos a trabajar con el cultivo de la papaya y actualmente lo estamos haciendo con pitaya y fruta de la pasión (maracuyá). ENSAYOS SOBRE PITAYA EN INVERNADERO: LUZ ARTIFICIAL, PODA Y CULTIVO EN HIDROPÓNICO Luz artificial Actualmente se está evaluado el potencial productivo de un cultivo de pitaya (Hylocereus undatus) trasplantado en septiembre de 2016 en un invernadero tipo parral multicapilla asimétrico con cubierta de polietileno ubicado en la Estación Experimental de Cajamar (El Ejido, Almería). El cultivo se desarrolla sobre un sistema en T con líneas separadas cada 2 m y plantas situadas en la línea cada 0,5 m, lo que equivale a una densidad de 10000 plantas por hectárea (Figura 1). Concretamente se está estudiando el efecto de la luz artificial sobre la floración, con el objetivo de extender el fotoperiodo y conseguir aumentar la floración, para incrementar los rendimientos y extender el periodo de recolección, sobre todo de cara al mercado navideño. El tratamiento ha consistido en utilizar luz artificial led en dos periodos a lo largo de la campaña (desde mediados de febrero a finales de abril y desde mediados de septiembre a finales de octubre), encendiendo la luz durante cuatro horas en la noche (de 0:00 a 4:00). Se ha determinado el número de oleadas de flor y la intensidad de la floración, la producción total y la distribución de la cosecha a lo largo de la campaña y se presentan los resultados de las tres últimas campañas (2020, 2021 y 2022) comparándolos con un tratamiento control que no ha recibido luz artificial. En 2020 se pudo observar una mayor intensidad de floración en respuesta a la luz artificial frente a las plantas testigo (20 vs 16 flores m−2). No obstante, no se modificó el número de oleadas de flor, siete en total, distribuidas entre los meses de junio y noviembre. En 2021, la luz artificial también incrementó la intensidad de floración con respecto a las plantas testigo (28 vs 23 flores m−2, respectivamente), pero además modificó el patrón de floración, apareciendo una oleada extra a mediados de noviembre. Sin embargo, en 2022 la intensidad de la floración fue la misma en los dos tratamientos, en torno a las 17 flores m-2, y el patrón apenas se modificó, con una floración extra, pero de escasa entidad, en noviembre, en las pitayas que recibieron luz artificial (Figura 2). El aumento de la floración durante las dos primeras campañas derivó en mayores rendimientos en la pitaya con luz artificial, superando las 105 t ha-1. En el tratamiento control la producción fue también elevada, pero menor, en torno a las 85 t ha-1. Pero lo más interesante es que esta mayor producción (incremento superior al 20%) se obtuvo a finales de año, pudiendo conseguir mejores precios. Por el contrario, en 2022 los rendimientos se redujeron más del 50% con respecto a las campañas anteriores en ambos tratamientos (41 y 46 t ha-1), a pesar de que la intensidad de floración fue similar a la observada en las campañas previas. Esta merma en la producción se debió a la formación de frutos de menor tamaño, que se asocia a las temperaturas anormalmente altas alcanzadas durante el periodo estival. Este efecto se observó también en otros ensayos y en explotaciones comerciales (Figura 3).
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