75 SECTOR de WWF(4) contabiliza 1.200 M Tm en la fase de producción que se añadirían a los 1.300 M Tm del resto de la cadena, cuya suma supone un 40% de toda la producción agrícola mundial. QUÉ SUPONE PARA EL PRODUCTOR El sector agroalimentario se encuentra actualmente en una grave encrucijada. Se le exige que produzca más cantidad para atender una demanda creciente, empleando menos insumos (suelo, agua, fertilizantes, fitosanitarios, energía, ayudas, etc…), con menores impactos medioambientales y a un coste cada vez menor. Es decir: sostenibilidad y eficiencia. Paradójicamente, y al mismo tiempo, se está produciendo la barbaridad del despilfarro de alimentos, que implica tirar a la basura todos los recursos utilizados para su producción. Así, se dedican 1.400millones de hectáreas (M Has) a producir alimentos que nunca alimentarán a nadie, 250 km3 de agua dulce (una cifra similar al consumo de agua de todos los hogares del mundo) y millones de barriles de petróleo, a lo que hay que añadir fertilizantes, fitosanitarios, mano de obra, etc. Además, las emisiones que producen los alimentos desperdiciados generan 3.300 M Tm de CO2 (8-10% del total) que, si contabilizasen como un país, sería el tercer emisor tras EE UU y China. En estas circunstancias, el productor se ve obligado a intensificar su producción, incrementando las dosis de insumos o adquiriendo costosas tecnologías que, si bien permiten producir más, pueden incrementar los costes de producción y reducir los márgenes de cada unidad producida. Esta intensificación presiona a estos recursos escasos (como el suelo o el agua), cada vezmás inaccesibles y caros (como las energías), incrementando los problemas medioambientales (erosión del suelo, contaminación de aguas o emisión de GEIs) y poniendo en riesgo la producción en el futuro, incluso a corto plazo. Los recursos gastados, en general no renovables, dejan de estar a disposición para la producción de alimentos de las siguientes campañas y cosechas. Si dejáramos de desperdiciar esas enormes cantidades de alimentos a lo largo de toda la cadena, seguramente no sería necesario ese incremento del 70% en la producción que la FAO estima para alimentar a la población mundial en 2050 y que genera cierta ansiedad en el sector y en la sociedad. Bastaría con incrementos mucho más moderados (entre un 17 y un 30%) y más factibles para el sector productor. Es más, aprovechando lo desperdiciado, se podría alcanzar ya mismo la erradicación de la lacra del hambre. Incluso para el sector supondría un gran alivio, pues de no consumir recursos (para tirarlos), podría lograr de forma casi automática los aparentemente “inalcanzables” objetivos de sostenibilidad que plantea la estrategia 'Del Campo a la Mesa', como la reducción del uso de fertilizantes o fitosanitarios. Yendo un pasomás adelante debemos pensar que el sistema alimentario basa su eficacia (que no su eficiencia) en un volumen de producción abundante, al menor coste posible y con un precio (a veces demasiado barato) para el consumidor. Todo ello presiona al productor, que se ve obligado a reducir su renta si quiere ser competitivo. En demasiadas ocasiones esto aboca al abandono de la actividad, con las nefastas consecuencias que ello acarrea para el medio rural (despoblación, falta de relevo…). El despilfarro de alimentos también implica el desprecio del trabajo del productor (algo que debería doler a cualquier profesional) y la banalización del propio alimento, cuyo precio no remunera el coste que ha sido necesario para producirlo, ni refleja el enorme e insustituible valor que tiene. En definitiva, toda esta dinámica no beneficia al productor. Quizá haya otros que ganen con la sobreoferta que presiona los precios, con la venta de más insumos o la especulación de los alimentos rebajados a 'commodities' en las bolsas de futuros, pero no al agricultor o ganadero. CAUSAS Sería muy largo relacionar las causas que provocan este problema a lo
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