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A FONDO 48 RAQUEL PAULE DIRECTORA DE LA FUNDACIÓN RENOVABLES El año 2022 ha estado marcado por dos grandes acontecimientos: la invasión de Ucrania por parte de Rusia y la posterior crisis energética que ha sacudido los cimientos del sistema energético europeo. Este año nos ha hecho tomar más consciencia aún de la dependencia que tiene Europa de los combustibles fósiles. El viejo continente lleva demasiado tiempo creando planes y estrategias, sin dotar a las administraciones responsables de los medios necesarios y sin habilitar procedimientos. Ahora parece que estamos comenzando a solucionar los cuellos de botella que sabemos que existen desde hace más de diez años. ES MOMENTO DE ACTUAR, EL 2023 TIENE QUE SER UN ANTES Y UN DESPUÉS PARA NUESTRO MODELO ENERGÉTICO Uno de los problemas que arrastramos desde hace demasiado tiempo, y que más impacto ha tenido a raíz de la crisis, es el mercado marginalista, un modelo que está destinado a morir. Durante todo el año, el precio del mercado ha estado fielmente ligado a la presencia del gas fósil, rompiendo récord tras récord en los países de la Unión Europea (UE), desestabilizando planes y estrategias, aumentando la inflación, afectando a las familias y a las empresas en el acceso a la energía. Si un combustible fósil es capaz de afectarnos hasta ese nivel debemos despertar y tomar decisiones urgentes y valientes para avanzar hacia una transición energética que nos provea de independencia, con fuentes de energía limpias y baratas. Respecto a este tema, durante la redacción de esta tribuna, desde España se ha lanzado una propuesta de reforma de este mercado, que, si bien no ataca directamente a la raíz del problema, es decir, a la fijación de precios, permite sortear los principales recelos de la Comisión Europea (CE) y resolver la situación de las inframarginales, sacándolas fuera del mercado con la creación de contratos a largo plazo de precios estables. Con esto conseguiríamos un mercado diario más estable que el actual, en el que un día nos podemos encontrar precios de 140€/kWh y al siguiente próximos a 0€/kWh. Y no debemos olvidar que tan malos son los altos precios, que afectan tanto a familias como a empresas, como los bajos, que pueden provocar el recelo de futuras inversiones en nueva energía renovable, un punto crítico para cumplir los objetivos. El problema de los precios a largo plazo lo estamos sufriendo en España, ya que en las últimas subastas de renovables ha habido un desajuste entre el precio que se ofertaba y el que estaban dispuestas a asumir las empresas, dejando desiertas las potencias de eólica, termosolar y fotovoltaicas. Esto no sólo supone un retraso en el despliegue de renovables en nuestro territorio, acción de máxima urgencia, sino que muestra la fragilidad del diálogo que hay entre el gobierno y las asociaciones que representan al sector renovable. Es imperativo que todas las voces de la transición energética lleguemos a un consenso para poder seguir avanzando en esta década clave.

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