Cogeneración | CHP www.futurenergyweb.es 16 FuturEnergy | Octubre/Noviembre October/November 2020 contribuye a reducir las emisiones anuales en aproximadamente 2 millones de toneladas de CO2 y que, en muchos países europeos es ampliamente fomentada. Es un hecho que la descarbonización no puede realizarse a costa de perder competitividad. Todas estas tecnologías suponen una reducción marginal cierta del coste energético, siendo siempre la inversión la principal limitación para su desarrollo. El fomento de estos proyectos debe ser una prioridad a la hora de decidir el destino de los fondos europeos que deben estimular nuestra recuperación económica. Si así se hace, además de contribuir a la descarbonización de nuestra economía, habremos fortalecido nuestras industrias y habremos alejado las fundadas amenazas de deslocalización a otras economías que cuentan con distintas políticas de sostenibilidad. Los graves errores cometidos, invirtiendo en aeropuertos desiertos y estaciones de AVE cerradas, deberían alertarnos y hacernos mesurar con cautela la implantación de proyectos cuyo momento puede no ser todavía el adecuado. Una vez más, se enfrentan los grandes desarrollos de infraestructuras, que favorecen las inversiones sin crear riqueza, y los proyectos distribuidos (industria), que aseguran sostenibilidad, mano de obra a largo plazo y competitividad. A medio plazo, pocos dudan que el hidrógeno tendrá un papel clave en la etapa final de descarbonización. Lamentablemente, todavía persisten visiones demasiado simplificadas: el hidrógeno solamente se ve como acumulador en un sistema energético totalmente electrificado o como combustible sustitutivo del gas natural. El hecho es que ambas soluciones conllevan cambios inasumibles: la reconstrucción completa de las redes de transporte de gas (hoy no aptas para transportar sólo hidrógeno), la duplicación de las redes de transporte eléctrico y la reconversión de todos los equipos de transformación energética en la industria y en el sector terciario/residencial supondrían costes que hundirían nuestra competitividad. La conversión del hidrógeno en metano sintético, a través de su combinación con dióxido de carbono capturado, probablemente terminará resultando una solución óptima, que permitirá conservar las actuales redes de gas natural (que transportarán metano helping to reduce emissions by approximately 2 million tonnes of CO2 a year and is being widely promoted in many European countries. The fact remains that decarbonisation must not risk a loss of competitiveness. All these technologies represent a marginal fall in energy costs, where investment is always the main limitation to their implementation. The promotion of these projects must be a priority when the time comes to decide where to allocate the European funds that must stimulate our economic recovery. If this is done, apart from helping decarbonise our economy, we will have strengthened our industries and have moved away from the very real threats of offshoring to other economies that offer different sustainability policies. The serious mistakes committed, investing in ‘ghost’ airports and boarded-up high-speed train stations, should be a wake-up call. The development of projects whose time may still not be right must be cautiously assessed. Once again, major infrastructure developments that favour investment without creating wealth are pitted against distributed projects (industry), which guarantee sustainability, long-term employment and competitiveness. In the medium-term, few people doubt that hydrogen will play a key role in the final stage of decarbonisation. Sadly, over-simplified visions still persist: hydrogen is only seen as an accumulator in a fully electrified energy system or as a substitute fuel for natural gas. The fact is that both solutions involve unrealistic changes: the complete reconstruction of the gas transmission networks (currently unsuited to the transport of hydrogen alone); the doubling of the electric transport networks; and the conversion of all energy transformation equipment in industry and in the tertiary/ residential sectors, would involve costs that would undermine our competitiveness. The conversion of hydrogen into synthetic methane, by combining it with captured carbon dioxide, would probably end up as an optimal solution. This would preserve the current natural gas networks (used to transport synthetic methane)
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