FO84 - FuturEnviro

www.futurenviro.es | Octubre-Noviembre October-November 2021 52 Reciclaje | Recycling arrancar, la entrega de par es mínima, las DW no podían ni arrancar con la tolva llena de material, ni invertir el sentido de giro del rotor, lo que limitaba sus prestaciones en caso de atascos, o al procesar materiales con tendencia a adherirse al rotor. Doppstadt superó estas limitaciones mediante la incorporación de la tecnología VARIO patentada por FENDT, y añadiendo otras pequeñas ventajas, como la tolva inteligente, o el acceso total al compartimento del peine, transformando la DW en algo totalmente nuevo: la Inventhor. Disponible en dos tamaños, Inventhor 6 e Inventhor 9, con tres versiones de chasis (remolque, semirremolque y orugas), y una versión plus con un extra de potencia para la tipo 6, el equipo supera con creces las expectativas puestas en ella, y permite romper con todos los límites de la DW. Inventhor 6 e Inventhor 9 representan la propuesta de Doppstadt destinada a heredar a las DW3060 y DW3080, convirtiéndose en los equipos de referencia para todos los que necesitan producir más con menos. Esta propuesta, imbatible para cualquier reciclador que gestione por encima de las 15,000 toneladas año, dejaba al descubierto otra realidad: por cada reciclador de 100,000 toneladas/año, hay diez de 10,000. En ese salto, reducir la escala no era suficiente. Era necesario algo distinto que permitiera procesar materiales más allá del alcance de la DW, y que al final, diera a sus usuarios un plus de valor. Los recicladores pequeños y medianos lo saben. La prioridad es que ellos y sus clientes sepan que pueden hacer el trabajo hacer el trabajo. Tener herramientas versátiles, capaces de adaptarse a trabajos muy diferentes, y tenerlas disponibles cuando se necesitan: equipos robustos, fáciles de operar y de mantener. Cuanto más se extiende el límite de las capacidades de un equipo, más oportunidades de trabajo se presentan. Por eso, Doppstadt imaginaba un triturador primario compacto capaz de hacer un buen trabajo con los materiales convencionales, como madera, poda, o residuos sólidos urbanos, pero sobre todo, de ser capaz de gestionar sin problema aquellos materiales que llevaban a un primario a sus límites, como ruedas, colchones, o residuos de construcción y demolición. Crear un nuevo concepto de máquina significa enfrentarse a un folio en blanco; a una lista de deseos de lo que se busca que la máquina sea, que sumada a la experiencia de quien la crea, y a las señas de identidad de la marca, permiten crear algo que rompe con todo lo anterior. La lista de deseos no era pequeña: el equipo debería ser versátil, robusto y eficaz. Debería ser capaz de hacer trabajos que los demás no podían hacer. No necesitaba ser el mejor en cada trabajo, pero sí debería ser bueno, o incluso muy bueno, en el mayor número de aplicaciones posibles. Eso significaba ser versátil, pero también ser robusto: que cualquier impropio que pudiera presentarse pudiera ser gestionado no como algo excepcional, si no como “otro día en la oficina”. Debería ser eficaz, y eso significaba aplicar la fuerza donde más efecto tuviera. Debía permitir trabajar con inteligencia, controlando de manera sencilla el mayor número de parámetros posible. Había tres señas de identidad de Doppstadt a las que no se quería renunciar: La herramienta de trabajo, el diente de Doppstadt, probado y testado con resultados más que satisfactorios en miles de horas de trituración de DW, era un buen punto de partida. En segundo lugar, el sistema con un solo eje, o monorrotor. Era necesario repensarlo totalmente para adaptarlo al nuevo concepto, pero la intención era seguir trabajando, igual que en sus antecesoras, como un martillo que golpea un yunque, con un único elemento móvil, que trabaja contra un elemento fijo. Por último, la máquina debería ser una Doppstadt de pleno derecho. Esto no sólo significaba ser naranja, y llevar el nombre rotulado en la chapa. Suponía que el equipo debía estar a la altura en cuanto a fiabilidad, facilidad de manejo y operación, y resultados. and set a benchmark for all those who need to produce more with less. This offering, unbeatable for any recycler managing more than 15,000 tonnes/year, uncovered another reality: for every 100,000 tonne/year recycler, there are ten 10,000 tonne/ year recyclers. To bridge that gap, downscaling was not enough. Something different was needed to enable materials to be processed beyond the scope of the DW and, ultimately, provide added value for its users. Small and medium-sized recyclers are aware of this. The priority is that both they themselves and their customers know they can get the job done. Having versatile tools, capable of adapting to very different jobs, and having them available when required: robust, easy-to-operate and easy-tomaintain equipment. The more a machine’s capabilities are extended, the more opportunities for work it affords. For this reason, Doppstadt envisioned a compact primary shredder capable of doing a good job with conventional materials such as wood, pruning, or municipal solid waste, but above all, a machine capable of easily handling materials that previously pushed a primary shredder to its limits, such as wheels, mattresses, or construction and demolition waste. Creating a new machine concept means being faced with a blank canvass, a wish list of what you want the machine to be, which, together with the experience of the person creating it and the brand’s identity, makes it possible to create something that breaks with everything that has gone before. The wish list was not a short one. The machine needed to be versatile, robust and efficient. It had to be capable of doing jobs that other shredders could not do. It did not need to be the best at every job, but it had to be good, or very good, in as many applications as possible. That meant being versatile, but it also being robust to enable any inappropriate materials to be handled, not as something exceptional, but as “just another day at the office”. It had to be efficient, which meant applying force where it would be most effective. And it had to be able to work intelligently, controlling as many parameters as possible in a simple way. The aimwas to maintain three outstanding Doppstadt hallmarks. The first was the working tool, the Doppstadt tooth, tried and tested with results that were far more than satisfactory in thousands of hours of shredding with the DW. The second was the single-shaft, or single-rotor, system. It needed a complete rethink to adapt it to the new concept, but the intention was that it would continue to work in the same way as its predecessors, like a hammer hitting an anvil, with a single moving element working against a fixed element. Finally, the machine had to be a fully-fledged Doppstadt. This did not only mean being orange in colour and having the name stamped on the plate. It meant that the equipment had to measure up in terms of reliability, ease of handling and operation, and results.

RkJQdWJsaXNoZXIy Njg1MjYx