te 328.000 metros cúbicos de agua. Esta capacidad y estas instalaciones se planificaron con tanta holgura que eran suficientes para abastecer a mucha más población de la existente en ese momento: la extraordinaria visión de futuro que hoy continúa teniendo Canal de Isabel II ya estaba presente en el origen de su historia. En julio de 1851, José García Otero fue nombrado director del proyecto y de su construcción, para lo que se rodeó de los mejores ingenieros de caminos del momento, entre ellos Lucio del Valle, el propio Juan de Ribera o Eugenio Barrón. El 11 de agosto de 1851, el rey consorte, Francisco de Asís, colocó la primera piedra de la presa del Pontón de la Oliva, dando inicio oficial a las obras. En su momento, la construcción de la presa y el canal constituyó la mayor obra hidráulica de Europa (se necesitó el trabajo de 2.000 obreros). Aunque en su época se le tachó de fantástico, el proyecto tenía tal proyección que, en la actualidad, siguen funcionando algunas de las instalaciones originales. Desde el principio, la construcción de la infraestructura tuvo que superar infinidad de obstáculos. Riadas e inundaciones, epidemias entre los trabajadores, falta de fondos o problemas políticos retrasaron considerablemente los trabajos. Uno de los mayores imprevistos surgió al levantar la presa, pues se encontraron filtraciones. Además, el lecho del embalse no resultó ser tan impermeable como se pensaba. El Pontón de la Oliva, aún hoy en pie, apenas funcionó durante unos años puesto que poco después del fin de las obras se comenzó a plantear la construcción de un nuevo embalse tras numerosos intentos para solucionar el problema de filtraciones que presentaba. El largo canal de más de 70 kilómetros también supuso un reto para ingenieros y constructores, debido a la topografía de su trazado. Cuatro sifones y veintinueve acueductos fueron necesarios para solucionarlo. Al tiempo, en la ciudad de Madrid, comenzaron las obras para lograr distribuir el agua por la urbe y construir una incipiente red de alcantarillado que acabase con el “¡Agua va!” y revirtiese los problemas de salubridad en la capital. El proyecto, comandado por José Morer, no fue sencillo: la instalación de tuberías de distribución fue bastante complicada por la cantidad de antiguas galerías y conductos que ya existían en el subsuelo; en 1858, cuando el agua llegó a la ciudad, ya había conseguido desplegarse una red de 5 kilómetros. En junio de 1858, las obras dieron su fruto: la ceremonia de la llegada de las aguas se celebró en la calle ancha de San Bernardo, donde se instaló una fuente con un surtidor de gran altura, se vivió con auténtico entusiasmo. Con la ciudad engalanada para la ocasión, tuvo lugar una verbena festiva donde la reina Isabel II y su comitiva fueron aclamados por el pueblo madrileño. Las abundantes y claras aguas del Lozoya cambiaron totalmente la vida de Madrid y propiciaron su desarrollo: se crearon fuentes y parques públicos, las calles pasaron a estar más limpias y descendió muy considerablemente el número de epidemias y enfermedades: en poco más de una década, la población ganó 100.000 habitantes. Obviamente, ahí no paró el desarrollo. Había que continuar expandiendo las redes de distribución por la ciudad, plantear una nueva presa (El Villar, la más alta de su época, que entró en servicio en la década de 1870 y que aún hoy continúa regulando las aguas del Lozoya), y ampliar la capacidad de depósito en la ciudad. Los commencement of the works. At that time, the construction of the dam and canal constituted Europe’s largest water infrastructure project, and 2,000 labourers were required to carry out the work. Although it was considered somewhat fantastical at the time, the project had such a vision of the future that some of the original installations remain in operation. From the outset, innumerable obstacles had to be overcome in the construction of the infrastructure. Flash floods and flooding in general, epidemics amongst the labourers, lack of funds and political problems caused considerable delays. One of the most significant unforeseen problems was the discovery of leakages when the dam had been constructed. Moreover, the reservoir floor was not as impermeable as initially thought. Although still standing to this day, the Pontón de la Oliva dam was only in operation for a few years, because shortly after its completion, plans were made to build a new reservoir, subsequent to numerous attempts to solve the problems of leakages. The canal of over 70 kilometres in length posed a challenge to engineers and construction companies due to the topography of its route. Four siphons and 29 aqueducts were required to overcome this challenge. Meanwhile, in the city of Madrid, work began on the infrastructure needed to distribute the water and on an incipient sewerage network that would do away with the cries of “Agua va!” (“water coming” – a typical cry to warn passersby that wastewater was about to be thrown onto the street) and address health problems in the city. The project, led by José Morer, was anything but simple. The installation of distribution pipes was considerably hampered by the large number of subterranean tunnels and conduits already in existence. By 1858, when the water from the Lozoya first arrived in the city, a network of five kilometres had been deployed. In June 1858, the works bore fruit. The ceremony to mark the arrival of the water was held in La Calle Ancha de San Bernardo, where a fountain with a water dispenser of great height was installed. The event was celebrated with great enthusiasm as the highly-decorated streets hosted a festive party in which Queen Isabella II and her entourage were acclaimed by the people of Madrid. The abundant clear water from the Lozoya completely changed life in Madrid and facilitated its development. Fountains and public parks were created, the streets became cleaner and there was a considerable reduction in the number of epidemics and diseases. In little over a decade, the population of the city grew by 100,000. Obviously, the development did not stop there. It was necessary to continue expanding the distribution networks throughout the city, to build a new dam (the El Villar Dam, the highest of its time, which went into operation in the 1870s and still regulates the waters of the Lozoya today), and to increase the tank capacity of the city. The 58,000-m3 capacity of the Depósito de Campo de Guardias tank, now in disuse, began to be insufficient, and the tank also had watertightness problems. Therefore, Juan de Ribera designed a new and much larger tank, with a capacity of 180,000 m3. This tank was located just on the other side of what is now the Calle de Bravo Murillo. This tank, currently known as the Segundo Depósito (Second Tank) was known at the time as the Depósito Mayor (Large Tank) and it is still in operation today. Gestión y tratamiento de agua | Water management and treatment FuturEnviro | Junio/Julio June/July 2020 www.futurenviro.es 13
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