FO57 - FuturEnviro

FuturEnviro | Febrero February 2019 www.futurenviro.es 61 para su producción. Como dato destacable señalar que el balance anual de CO2 de la producción hortofrutícola de más de 117.000 ha de regadío de la Región de Murcia, y una vez descontadas las emisiones generadas para la producción y transporte de los productos a Alemania, está por encima del millón de toneladas. El riego tiene un consumo energético medio total de unos 0,34 kWh/m3, cuando se considera el gasto de energía de la fuente del agua hasta su aplicación en parcela. Pero en el regadío las variaciones de consumo energético son muy amplias, dependiendo del origen del agua; así un sistema de riego por gravedad y con agua superficial tiene un consumo energético aproximado de 0,02 kWh/ m3, mientras que un sistema de riego localizado y que se suministre de agua marina desalinizada tiene un consumo energético aproximado de 4,8 kWh/m3. A este respecto se señala que las aguas superficiales presentan los menores consumos energéticos; las aguas subterráneas, reutilizadas y del trasvase valores similares e intermedios, y las aguas desalinizadas los mayores consumos. Así por ejemplo, en un estudio realizado en el Campo de Cartagena en hipotéticos escenarios futuros de suministro de agua para riego, se obtuvo que las emisiones de GEI relacionadas con la producción agrícola aumentarían en un 30% con una sustitución del 26,5% de las fuentes tradicionales de agua empleadas (superficial, subterránea, trasvase, reutilizada y agua salobre desalinizada) por agua de mar desalinizada. Por tanto, el aprovechamiento prioritario de los recursos hídricos superficiales juega un papel primordial en la mitigación del cambio climático, donde los embalses son esenciales para este fin. Además estas infraestructuras son elementos clave en la producción de energía hidroeléctrica. Por ello se deben optimizar al máximo su uso, incluso construir aquellos embalses que puntualmente fueran necesarios, siempre que esté garantizada su viabilidad medioambiental y socioeconómica. De todo lo expuesto se desprende que se debe realizar una verdadera planificación hidrológica nacional que optimice la gestión de todas las fuentes de agua e infraestructuras disponibles (incluso con nuevos trasvases si fuera necesario), con el fin de priorizar el uso en función del menor consumo de energía. Avanzando hacia un sistema integrado del agua, donde se conecten adecuadamente los recursos (superficiales, subterráneos, trasvases, reutilización y desalinización) y las demandas, manteniendo los caudales ecológicos necesarios para los ecosistemas asociados al agua. Continuando con la reducción de la demanda de agua del regadío, con medidas de ahorro y eficiencia energética y fomentando la incorporación de las energías renovables. En caso de no llevar a cabo estas medidas se puede provocar un importante incremento de las emisiones de GEI. Estas emisiones incrementan el calentamiento global, que a su vez es el responsable de la reducción de los recursos hídricos convencionales, configurándose una espiral que no está en línea con los objetivos de sostenibilidad y lucha contra el cambio climático. Irrigation has an average total energy consumption of around 0.34 kWh/m3, taking into account the energy consumed from the source of the water to its application on the land. But there are large variations in energy consumption in irrigation, depending on the origin of the water. A gravity-based irrigation system with surface water has approximate energy consumption of 0.02 kWh/ m3, while a localised irrigation system supplied by desalinated seawater has approximate energy consumption of 4.8 kWh/ m3. Surface waters have lower energy consumption, while groundwater, reused water and water from river basin transfers have similar or intermediate consumption, while desalinated water has the highest associated energy consumption. By way of example, a study carried out in the Campo de Cartagena on hypothetical future irrigation water supply scenarios showed that the GHG emissions associated with agricultural production would increase by 30% through replacing traditional sources of water (surface water, groundwater, water from transfers, reused water and desalinated brackish water) with desalinated seawater. Therefore, the priority use of surface water resources plays a vital role in the mitigation of climate change and reservoirs are vital for this purpose. Moreover, these infrastructures are key elements in the generation of hydroelectric power. Therefore, their use should be optimised to the utmost, even to the point where reservoirs that might become necessary from time to time should be built, provided that their environmental and socioeconomic feasibility is guaranteed. It can be concluded from all that has been outlined here that a true national hydrological plan must be drawn up. This plan should seek to optimise the management of all available water sources and infrastructure (including new river basin transfer infrastructure if necessary) for the purpose of prioritising use in accordance with the lowest possible energy consumption. The aim is to progress towards an integrated water system in which resources (surface water, groundwater, water from transfers, reclaimed water and desalination) are adequately connected with demands, whilst maintaining the ecological flows required for water-related ecosystems. And we must continue to reduce the demand for irrigation water, through measures geared to saving water and reducing energy consumption, whilst fostering the use of renewable energy. Failure to implement these measures could lead to a significant increase in GHG emissions. Such emissions increase global warming, which in turn is responsible for reducing conventional water resources, thereby creating a spiral that is not in accordance with sustainability goals and the fight against climate change. Mariano Soto García Coordinador Cátedra Trasvase y Sostenibilidad José Manuel Claver Valderas Coordinator of the Transfer and Sustainability Chair José Manuel Claver Valderas Riego | Irrigation

RkJQdWJsaXNoZXIy Njg1MjYx