48 RESIDUOS PLÁSTICOS/INFORME de sostenibilidad. Este nuevo escenario legislativo de mayor rigor (que pretende perseguir el denominado ‘greenwhasing’ o ‘ecopostureo’) ha llevado a muchas empresas a reevaluar sus compromisos con el reciclaje químico. MATERIA PRIMA BARATA, TECNOLOGÍA CARA Una de las paradojas más destacadas del reciclaje químico es que, aunque los residuos plásticos son una materia prima abundante y aparentemente económica, los procesos necesarios para convertirlos en materiales reciclados son extremadamente costosos, ya que antes de ser procesados, los plásticos deben recolectarse, clasificarse y limpiarse, lo que genera elevados costes. El reciclaje químico, especialmente la pirólisis, es un modo de reciclado altamente intensivo en energía. Según el informe, consume grandes cantidades de energía para descomponer los plásticos en componentes químicos básicos, generando elevadas emisiones de carbono. Además, el proceso tiene una eficiencia limitada, ya que hasta el 50% del carbono contenido en los residuos plásticos se pierde como CO2. Otro reto apuntado en el informe es la falta de escalabilidad de esta tecnología. Las plantas de reciclaje químico suelen operar a pequeña escala debido a las limitaciones de materia prima y a las altas inversiones necesarias para construir instalaciones con mayor capacidad, lo que contrasta con las economías de escala de la producción petroquímica tradicional, lo que dificulta que el reciclaje químico sea una opción competitiva. FINANCIACIÓN PÚBLICA Para su desarrollo, el reciclaje químico, debido a sus altos costes iniciales y a la complejidad de sus procesos, ha dependido en gran medida de la financiación pública para avanzar. El informe analiza cómo las ayudas gubernamentales e inversiones institucionales han impulsado esta tecnología, al tiempo que plantea dudas sobre la efectividad de estas políticas. En el continente europeo la financiación pública ha sido un factor clave para que empresas desarrollen proyectos piloto y plantas de reciclaje químico. Programas como el Fondo Europeo de Innovación han destinado millones de euros para apoyar estas iniciativas. Varios son los ejemplos incluidos en el análisis de Zero Waste Europe, entre ellos el de Repsol y Enagás, empresas que obtuvieron financiación para explorar la viabilidad de una planta de gasificación en Tarragona. Estas inversiones buscan colocar el reciclaje químico como una solución para cumplir con los objetivos de la economía circular y la reducción de emisiones de efecto invernadero. Sin embargo, el informe remarca que gran parte de estos proyectos siguen en fase experimental, sin demostrar resultados sólidos en términos de sostenibilidad o escalabilidad. El informe cuestiona severamente si los recursos públicos deberían destinarse a tecnologías que aún no han probado ser viables comercialmente. Mientras el reciclaje químico consume una parte importante de las subvenciones ambientales, soluciones más establecidas —como el reciclaje mecánico o la prevención de residuos— reciben menos apoyo. Un ejemplo de esta problemática es el proyecto conjunto entre Ineos y Plastic Energy, que, pese a recibir ayudas públicas para ponerse en marcha, fue abandonado debido a sus elevados costes y falta de viabilidad. Este caso refleja cómo la dependencia de fondos públicos no garantiza el éxito de estas tecnologías. Ante esta situación, los autores del informe proponen redirigir los recursos públicos hacia tecnologías más maduras y sostenibles. Entre las recomendaciones destacan: El informe propone que las subvenciones públicas favorezcan la prevención y el reciclaje mecánico antes que al reciclaje químico. El reciclaje químico, al implicar procesos complejos como la pirólisis, dificulta la trazabilidad del contenido reciclado en los productos finales
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