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La transición energética, base de la estrategia de la Unión Europea para los próximos lustros, supone un reto tan ingente, un cambio tan profundo en nuestros hábitos diarios, que cuesta imaginar todos los esfuerzos que deben implementarse para alcanzar esa neutralidad climática perseguida por la Unión Europea. Y parece que alertar sobre esas dificultades es estar en contra de unos objetivos que casi nadie discute ya. Porque resulta innegable que el clima está cambiando a pasos acelerados. Pero no es así. Señalar los obstácu- los, ofrecer alternativas que no siempre están recogidas en la hoja de ruta, no es boicotear el logro perseguido, sino facilitar su consecución. Porque negar la aportación de algunas opciones energéticas, cercenar el desarrollo de tecno- logías que no han dado su última palabra, es añadir un plus de dificultad que hace más complicado y costoso tocar tierra. No podemos dejar de recordar que la sostenibilidad, esa palabra que se añade a casi cualquier iniciativa, debe serlo desde tres puntos de vista: el medioam- biental, el social y el económico. En este sentido, fiar la descarbonización del transporte a la electrificación de la mayor parte del parque de vehículos priva- dos supone, de facto, dejar fuera de este proceso a la mayoría de la población. Y aunque los precios de los vehículos eléctricos están bajando, sus baterías deben recargarse con una electricidad que, como bien sabemos, ha alcanza- do en septiembre precios récord. Cuando se habla de la edad media de los vehículos que circulan por las ca- lles y carreteras de nuestro país da la impresión de que los propietarios de los más viejos son unos desalmados contaminantes, cuando lo que encierra ese parque envejecido es una realidad que en ocasiones olvidamos: España es un país con una renta media baja. Según los datos publicados a mediados de diciembre de 2020 por el Instituto Nacional de Estadística, ese pozo de esta- dísticas tremendamente útiles, la renta disponible bruta de los hogares per cápita a finales de 2018 fue de 15.618 euros. Hagan números, o milagros, como los que tienen que hacer millones de personas para llegar a final de mes. Pretender que la transición energética pase exclusivamente por los vehículos eléctricos es, directamente, imposible. Al menos en los plazos fijados por las autoridades europeas y nacionales. Viendo las matriculaciones de los vehícu- los alimentados por electricidad en España, focalizadas en regiones con una renta media muy superior a la media, demuestra que es necesario modificar, aunque sea ligeramente, el rumbo, aunque ello suponga llegar más tarde al puerto final. Una transición llena de obstáculos