ICandela_CN51

PROTAGONISTAS De maestro a iluminador, ¿por qué este cambio de rumbo en su carrera profesional? Por casualidad, por avatares de la vida. El mundo del teatro y, en especial, lo que sucede en la trastienda siempre me atrajo, pero nunca pude imaginarme que iba a acabar siendo iluminador. Fue un cúmulo de casualidades que empezó en el instituto, ya que tuve unos profesores de literatura que eran apasionados del teatro. Así que participé en un grupo teatral en el IES Bernardo de Balbuena, en Valdepeñas, y ahí, no sé qué pasó, pero me metieron el ‘veneno’ del teatro. Cuando llegué a Madrid a estudiar magisterio coincido, entre otras personas, con Rosana Torres periodista del El País, que en aquella época escribía en la Guía del Ocio, y con José Luis Ollero que trabajaba en una de las primeras salas alternativas que hubo en Madrid, la Sala Cadarso, por aquel entonces le denominábamos Teatro Independiente, que estaba al lado del Templo de Debod. Juntos participamos en el aula de cultura de la escuela María Díaz Giménez, escuela de Magisterio, programando actividades teatrales. Además, para ganar un dinerito extra, empecé colaborando con la Sala Cadarso en distintas actividades, pero más enfocadas al departamento técnico. La asociación que dirigía la Sala Cadarso se trasladó a la Sala Olimpia de Lavapiés, lo cual no impidió que continuara colaborando con ellos en la parte técnica. Fue en la Sala Olimpia donde conocí a Raul Perotti, el responsable técnico de la sala, fotógrafo, iluminador y gran amigo, que consiguió inculcarme esta pasión por la luz. Coincido con compañías de danza y teatro, empiezo a viajar con ellas y, poco a poco, el mundo de la luz y del espectáculo comienza a tener más importancia que el que me ocupaba la docencia. Permanecí durante bastantes años, creo que 12 en total, en la sala Olimpia en diferentes períodos de gestión como coordinador y director técnico, como Centro Cultural La Corrala, como Centro Dramático Nacional y, posteriormente, como Centro Nacional de Nuevas Tendencias Escénicas. Fui alternando este trabajo con pequeños diseños de iluminación, sin ninguna pretensión y por puro placer, y esta actividad como diseñador poco a poco fue cobrando cada vez más relevancia para mí y ocupando mayor tiempo en mi vida. Por desgracia, en esa época, aunque ahora seguimos igual, no pude estudiar iluminación y esto sigue siendo una lacra, aunque espero y confío en que se pueda resolver en algún momento. Me formé aprovechando cursos y seminarios de iluminadores que venían de fuera de España, para adquirir algo más de conocimiento. Pero también tuve la fortuna de que en el Centro Nacional pudimos experimentar con la luz, ya que su director Guillermo Heras, que tristemente falleció el año pasado, nos daba mucha libertad y la posibilidad de probar, experimentar y equivocarnos, fue la mejor manera de aprender y mejorar. De repente, algo que surge como una mera afición pasa a ser tu actividad principal. El Magisterio pasó a un segundo plano, pero sin olvidarlo, ya que sigo conservando una vertiente pedagógica importante. La iluminación es una disciplina muy laboriosa y requiere mucha entrega incompatible con otras actividades. Es uno de los pioneros en nuestro país, no solo en iluminación sino sobre todo en artes escénicas. ¿Es una responsabilidad? Diría que soy una persona afortunada, que me he dedicado a algo que no pensaba dedicarme y, de repente, poco a poco mi labor ha sido reconocida, mucho más de lo que yo me podía imaginar. Esta disciplina, este arte, si me permitís esta definición, era totalmente nuevo y era algo bastante imprevisible que yo pudiera vivir de ello. Efectivamente, soy uno de los pioneros porque soy mayor, no obstante, me precedieron otros. Hubo más gente que se dedicó a esta disciplina, pero digamos que no teníamos la cultura de la luz y en esa medida sí que fuimos pioneros en los 80 y los 90. Casi podría irme un poco más atrás, en la década de los 70, porque en las artes escénicas, históricamente, el director hablaba con el jefe de luces del teatro y hacían lo que podían, ya que el electricista solo obedecía. Pero la figura del iluminador, como tal, hasta los 80 o 90 no empezó a aparecer de forma oficial y ser reconocido en los programas y en los presupuestos. Juan Gómez-Cornejo ha recibido varios Premios Max y otras distinciones como el Premio Nacional de Teatro o, recientemente, la Medalla de Oro de las Bellas Artes 2023, siendo el primer iluminador en recibir esta distinción Por ello, me siento afortunado, pero también por haber trabajado con tan buenos profesionales. Entre los iluminadores no guardamos secretos. Es decir, somos un sector que nos llevamos bien, que somos amigos en general y que compartimos conocimientos, ya que no nos ha enseñado nadie. Mi formación es autodidacta, como el 80% de mis compañeros y compañeras. En este sentido, la Asociación de Autores de iluminación, de la que he sido presidente durante 8 años y sigo siendo militante, surgió por la necesidad de compartir conocimiento, sin ningún tipo de reivindicación sindical ni laboral, sino como una asociación profesional que comparte conocimientos de la luz. Y también agradezco que el mundo artístico, del teatro y las artes escénicas hayan reconocido mi trabajo, aunque, por suerte, creo que cada vez se reconoce más la figura del iluminador. 43

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