Y, por otro lado, y aunque ya llevamos tiempo desarrollando acciones en este sentido, como colectivo queremos dar pasos más sólidos hacia el reconocimiento profesional. Hay varias vías de trabajo en marcha en diferentes frentes: educativo, institucional y normativo; se trata de un camino a medio y largo plazo que otras profesiones vinculadas con el diseño ya resolvieron, pero en nuestro caso vamos bastante por detrás. Y relacionado con esto, estamos tratando de impulsar propuestas formativas con diferentes instituciones, para generar más cantera, nuevos diseñadores, pues ahora mismo la demanda supera a los profesionales disponibles. ¿Factores como la sostenibilidad y la salud influyen positivamente en las estrategias lumínicas? Creo que no exagero si afirmo que ambas cuestiones están plenamente integradas en nuestros ADN profesional. Un buen diseñador profesional siempre y sin discusión debe desarrollar sus proyectos ofreciendo las soluciones más sostenibles y saludables posibles. Y la parte positiva es que son condiciones de partida que, cada vez, se demandan más o al menos se están dejando de cuestionar por parte de los clientes y de otros actores del sector tradicionalmente más reacios a la hora de asumir su parte de responsabilidad en llevarlas hasta sus últimas consecuencias. Es decir, pueden darse otros condicionantes que dificulten el desarrollo de una de nuestras propuestas, pero introducir la sostenibilidad y la salud como factores determinantes en un proyecto siempre influirá positivamente en el resultado final. ¿Las nuevas tecnologías han abierto un nuevo abanico de posibilidades para el sector? ¿Por qué? Contamos con herramientas cada vez más completas y accesibles que nos facilitan mucho el trabajo y nos abren nuevas posibilidades, tal y como apuntas en tu pregunta. Y la luz ya no es solo para ver y ser visto como se decía en el pasado, también es relevante en la comunicación, la generación de experiencias y la gestión del espacio. Pero, como con tantos aspectos de la vida, la moneda siempre tiene dos caras y, sobre todo, necesita un tiempo para caer y dejar de girar sin sentido. Yo recuerdo mis años de estudiante de Arquitectura, cuando dejamos la mesa de dibujo y nos sentamos ante el ordenador a dibujar. ¿Quién resolvía mejor y más rápido los planos? Claramente un delineante en AutoCAD era mucho más resolutivo y eficaz, pero sus propuestas arquitectónicas carecían de consistencia, pues no tenía los mínimos fundamentos en diseño y desarrollo en los proyectos. He ahí la diferencia entre directamente ejecutar o profundizar en el diseño, con todas sus implicaciones. O recordemos, hace ya más de 20 años, hubo un boom de soluciones de iluminación RGB, que se han venido resolviendo hasta hoy casi sin ningún criterio por parte de quienes carecen de toda formación en el tratamiento del color, para lo que también hay grandes profesionales y expertos, por cierto. Todavía hoy duele ver determinados atentados lumínicos en nuestro paisaje y patrimonio. Es decir, ahora con un botón del móvil cualquier persona puede hacer muchísimas cosas, pero mi obligación es reivindicar la necesidad de contar, en todo proyecto arquitectónico y urbano, con un diseñador de iluminación independiente, conocedor de las últimas tecnologías y capaz de aplicarlas con coherencia y al servicio del proyecto y de la experiencia de sus usuarios, sin que la propia tecnología se adueñe del proceso. ¿Considera que la nueva cultura de la luz requiere una reeducación social ante esta nueva realidad? Yo no creo que haya una ‘nueva’ cultura de la luz. La cultura de la luz ha estado siempre presente y debe ser atendida, porque forma parte de nuestra manera de relacionarnos con el mundo, a nivel funcional y emocional. En muchos ámbitos, la luz no es tomada en cuenta todo lo que se debería, siendo incluso en algunos entornos bastante infravalorada. Pero esta necesidad y vínculo con la luz existe desde que encendimos la primera llama en una cueva. En mi rol de docente, en la especialidad de Diseño de Iluminación en diferentes centros educativos, me encanta plantear un primer ejercicio como manera de romper el hielo y que los estudiantes pierdan el miedo a hablar de luz. Y el mensaje que les doy al comenzar este ejercicio es: “Todos sabemos mucho más de luz de lo que creemos. Desde que llegamos a este mundo la luz nos rodea, y hemos aprendido a asimilar y funcionar a través de sus estímulos y comportamientos, pero nunca hemos hablado en código de luz. Ahora es el momento de darnos cuenta qué sabemos de la luz”. Pensando en la educación social que señalas, es curioso que la vista y los ojos que todos tenemos constituyan un sentido mucho menos educado que el oído o el gusto. Pero la sensibilidad ante la buena o mala iluminación la tenemos, sufrimos y disfrutamos todos. Por ejemplo, el año pasado comenzamos una acción muy bonita junto con la Asociación Slowlight y otras entidades, aprovechando el Día Internacional de la Luz (16 de mayo) que consiste en reunirnos en varias ciudades (el año pasado fueron 11 y esperamos sumar más en 2024) con los ciudadanos de a pie, no con profesionales del sector, y sencillamente dar un paseo nocturno por la ciudad para charlar de forma improvisada y distendida sobre el papel de la luz en el entorno y en nuestras vidas. No tratamos de aleccionar a nadie ni de dar una clase magistral sobre iluminación urbana o monumental, sino que buscamos que todos seamos capaces de mirar y reflexionar sobre la luz. Como he apuntado antes, estoy convencida que ciudadanos más educados y con una mayor capacidad crítica son fundamentales para desarrollar la excelencia en los proyectos, expandir esta cultura de la luz y avanzar hacia entornos mejor iluminados. n 59 ESPECIAL EDICIÓN
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