ICandela_CN42

PROTAGONISTAS necesaria, para contemplar un cuadro, siempre llevará asociada cierta capacidad de deterioro. Ahora bien, estaremos provocando el daño mínimo, para que la obra pueda ser disfrutada por las generaciones presentes y transmitida en el mejor estado posible a las futuras, lo que en definitiva es la esencia de la sostenibilidad. Por otro lado, sabemos de la capacidad de la luz para interpretar y en muchos casos alterar la imagen real de los espacios y los objetos. La luz es el vehículo imprescindible para que el proceso perceptivo tenga lugar, pero no hay que olvidar que, dependiendo de cómo sea esa luz, el objeto aparecerá a los ojos del observador de una manera u otra. Existen cánones para la representación fidedigna de una obra pictórica: emplear el LED de IRC>95, distribuir la luz sobre la superficie con uniformidad superior al 80%, evitar cualquier clase de deslumbramiento directo o reflejado o que el contraste de luminancias entre el objeto y el fondo sea moderado (30%). Pero hay otra parte de la iluminación que atiende más a la subjetividad y que se manifiesta en cómo engarza con el espacio arquitectónico y el discurso expositivo. Si para iluminar la obra correctamente hace falta una persona que ilumine bien, para atender a la subjetividad mencionada es imprescindible el concurso del diseño de iluminación. El objetivo de la iluminación en exposiciones es la contemplación y, como ha comentado, la luz juega ese papel importante de evocar y emocionar, formando parte activa de la composición museística. En el libro reivindico mucho la figura del iluminador o la iluminadora. Como oficio. Si todos los museos y centros de arte contaran con servicios de iluminación especializados, la calidad media del ambiente visual en las exposiciones mejoraría notablemente. Para la mayor parte de las exposiciones no es esencial la figura del diseñador de iluminación que, si además no cuenta con la experiencia que da el oficio, poco puede aportar. Ya se sabe que el papel y el diseño en el ordenador lo aguanta todo, pero la práctica es otra cosa. Todos podemos manejar una cámara y hacer fotografías, pero eso no nos habilita para compararnos con fotógrafos profesionales y aún menos, con artistas como Chema Madoz, por poner un ejemplo. Para un profesional o un artista el dominio de la técnica, mediante la cual se expresa, es esencial. Recomiendo, encarecidamente, a las nuevas generaciones de diseñadores y diseñadoras de iluminación que se esfuercen en acumular experiencia en obra, en manejar personalmente los equipos, en explorar las posibilidades de las herramientas que sustentan los proyectos, etc. Sólo así se accede a la posibilidad de emplear la luz como vehículo de la comunicación en un estadio superior: la contemplación. ¿Qué se prioriza en la iluminación de exposiciones? ¿Las nuevas tecnologías en el mundo de LED estánmarcando la tendencia en este campo? La evolución del LED, desde principios de este milenio, ha sido espectacular. En 2004 la eficiencia del LED era del orden de 8 lm/W y, obviamente, no valía para esta aplicación ni para ninguna otra que no fuera la señalización de funcionamiento de equipamientos. Entre 2010 y 2014 la mayor parte de los proyectores LED daban luces que, a simple vista, eran rosadas o verdes, de una calidad francamente lamentable. Es a partir de 2016 cuando puede empezar a emplearse en el campo de la museografía y es cuando nosotros lo utilizamos de forma generalizada, aunque seguimos siendo muy precavidos y realizamos comprobaciones mediante nuestro espectrómetro portátil. En definitiva, la luz del LED no añade nada cualitativo a la luz incandescente, pero en cambio sí es decisivo en términos de conservación para las obras de arte, en términos de eficiencia y vida útil y, sobre todo, está la cuestión del tamaño que es esencial. Marca un antes y un después en el diseño de luminarias, al poder adaptarlo a infinitas formas sin costes relevantes. En el caso de la museografía, para la gráfica y la señalética ya es habitual, pero también encuentra su espacio en la generación de efectos que potencien el discurso museográfico o lo interrelacionen con la arquitectura del edificio que lo contiene. Esos equilibrios que antes eran complejos con la iluminación tradicional, ahora se pueden resolver de forma eficaz con un buen diseño dirigido al bienestar del paseante de museos. En este sentido, ha abierto un amplio abanico de posibilidades a las que la iluminación tradicional -por su tamaño- no puede acceder. En el LED la modificación del haz de luz, por ejemplo, es controlable como nunca lo fue. Esto es una gran ventaja. Pero también hay desventajas que tienen que ver con el lado oscuro de las nuevas tecnologías. En este caso, la iluminación dinámica aplicada a la presentación de obras de arte permite realzar un determinado color sobre otro, alterando la composición cromática de la misma. Es decir, si quieres enfatizar el verde puedes hacerlo sin problemas, dando una visión completamente diferente de lo que la obra es en realidad. Permite romper la finalidad hermenéutica que debe de estar muy presente en este tipo de proyectos de iluminación. Dentro del código deontológico es muy discutible, aunque es una estrategia que algunos museos pueden considerar, para hacer más atractivas las exposiPortada del último libro publicado por Miguel Ángel Rodríguez Lorite ‘Iluminación de exposiciones. De la práctica a la teoría’. 43

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