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ARQUITECTURAS DEL MOVIMIENTO MODERNO montañas, el poderoso aspecto pétreo del edificio hace parecer que el volumen sea parte de los riscos montañosos. Según los arquitectos, los materiales escogidos “no hacen concesiones y refuerzan su aspecto atemporal”, de forma que la basílica “acoge a los fieles como un barco invertido, donde se refleja el sonido y se escucha la palabra". En efecto, en el interior, el techo abovedado de madera recuerda la quilla invertida de un barco. El bajorrelieve de hormigón de Eduardo Chillida que decora el ábside, bañado por una luz rasante, produce un espectacular efecto de contraste que hace referencia a los acantilados montañosos que rodean el santuario. La contundente fachada ciega de la anterior, sino por la voluntad de tener una iglesia acorde en tamaño y belleza a la importancia del templo, además de las patologías estructurales que presentaba el antiguo edificio. Para el nuevo diseño, se decidió convocar un concurso de anteproyectos cuyo jurado estaba formado principalmente por cargos políticos y técnicos, a excepción del arquitecto Secundino Suazo designado por los propios concursantes. Se recibieron 14 propuestas, siendo la propuesta de Francisco Javier Sáenz de Oíza y Luis Laorga la ganadora. El edificio, con la contundencia de su implantación y el radical uso de los materiales en bruto, hace alusión al carácter ancestral del lugar, adquiriendo una imagen casi geológica. La nueva basílica fue construida sobre los cimientos de la antigua que aún se pueden observar en la cripta. La posición del nuevo templo estaba, por lo tanto, predeterminada, pero la escala del nuevo edificio multiplica el efecto de su emplazamiento: al borde de un acantilado y rodeado de majestuosas Imágenes del concurso de anteproyectos para la nueva basílica de Aránzazu de Francisco Javier Sáenz de Oíza y Luis Laorga. En la Revista Nacional de Arquitectura 107, 1950. Vista del acceso a la iglesia. Foto: Jesús Martín Ruiz/ Fundación DOCOMOMO Ibérico.

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