iARQCO_AQ35

103 EFICIENCIA ENERGÉTICA Por un lado, tenemos evidencia, conocimiento y ejemplos de cómo construir atendiendo a criterios de salud, pero esta mirada no está generalizada y debe introducirse de manera coherente en la industria, la administración, el sector técnico y también como sensibilización social. En este sentido, ¿se podría entender que el futuro de la construcción no solamente está formado por arquitectos, constructores y promotores, sino que podrían entrar otros agentes como médicos e investigadores? Desde luego que sí. Por ponerte algunos ejemplos, recientemente he estado en la jornada de Planet Health Innovation y en un par de congresos en el Colegio de Médicos de Barcelona, donde principalmente asistían personas del sector sanitario, pero a las que también acudimos algunos arquitectos, ya que cada vez desde los dos sectores se empiezan a establecer lazos de unión. Con esta intención, recientemente, formo parte de la junta de la Sociedad Catalana de Salud Ambiental, en la que estoy rodeada de mujeres (sí, la mayor parte de las integrantes son mujeres) del sector de la salud (médicos, investigadoras, biólogas...) y lo curioso es que ven la arquitectura como una gran estrategia de prevención en salud. Por lo tanto, creo que hemos de empezar a romper esos tópicos y entender las profesiones de forma más transversal, porque también hay que contar con economistas, juristas… Nos falta esta cultura transversal que ahora es más necesaria que nunca. En el sector de la rehabilitación, que es donde realmente hay un parque inmobiliario importante en nuestro país, es donde se debería incidir más en términos de salud y sostenibilidad. Bajo su punto de vista, ¿cuáles serían las áreas de actuación para tener una vivienda más saludable? Aquí se abre un importante debate. Por un lado, está la necesidad de rehabilitar el parque inmobiliario existente, no solo desde un punto de vista de eficiencia energética. Es verdad que la reducción del consumo energético es una parte importante de la ecuación, pero se tendría que entender desde el concepto de la salubridad, que le da más amplitud. Ahí sí que se requiere una buena diagnosis del edificio que realmente defina cuáles son las deficiencias más graves que tiene y, probablemente, lo más importante no es ponerle un SATE o cambiarle las ventanas porque podría empeorar aspectos de calidad ambiental interior. La diagnosis en rehabilitación es clave. Quizá estamos fallando en no consumir todos los fondos Next Generation, pero si introducimos beneficios en salud abriríamos la sensibilización a la necesidad de rehabilitar y podrían aumentar las intervenciones. ¿Cómo podemos mejorar? Hay muchos criterios en nuestras viviendas que manifiestan deficiencias, sobre todo en aspectos generales de salubridad por el uso de materiales tóxicos que están en contacto con el aire, de humedades, falta de ventilación o por determinadas tipologías edificatorias que han quedado obsoletas. Pero también se manifiesta en aspectos sociales como la accesibilidad. Es cierto que tenemos las ITE, pero no es suficiente. Con los coches, todas las personas asumen que de manera periódica han de pasar por la ITV. Con los edificios no acaba de arraigar esa cultura de velar por su mantenimiento entendiendo que nos reporta beneficios en bienestar y salud; quizás porque tenemos muchas presiones sociales con la separación horizontal, con la comunidad de propietarios... y esto conlleva a conflictos sociales. En general, muchas personas están desvinculadas del cuidado de su entorno físico: no saben cuándo y cómo deben ventilar, qué características de bombillas deben comprar para distintos usos... sin ser conscientes que esta decisión puede incidir directamente sobre su salud, a nivel de sistema respiratorio, hormonal... Surge otro dilema que es ¿de quién es competencia? ¿De los arquitectos? ¿De la administración? Yo diría que toda la cadena de valor del sector de la construcción puede aportar desde su labor en visibilizar la importancia que tienen los distintos criterios de diseño sobre la salud de las personas y, de esa manera, también la sociedad se empodera de cuidar su entorno construido. ¿Nos podría hacer una aproximación sobre qué materiales deberían estar ‘prohibidos’ en nuestros hogares? Hay distintos materiales que ya sabemos que son tóxicos desde hace mucho tiempo y, aun así, los seguimos teniendo en muchos edificios, por ejemplo, el amianto. Está previsto en Cataluña la publicación de una ley para la retirada del amianto, impulsada por una directiva europea. Así que se están moviendo cosas en este sentido, pero el sector no siempre es consciente de su gran impacto. No solo con materiales como el amianto, sino con las tuberías o pinturas con presencia de plomo, materiales que generan altas concentraciones de compuestos orgánicos volátiles que las personas respiran o entran en contacto dérmico, provocando diversas patologías de salud. Otro de los temas de debate está en los plásticos, por un lado por ser derivados del petróleo y por otro por todos los aditivos que integran, ya que muchos de ellos son bioacumulativos y tienen capacidad disruptora endocrina. Cada vez “No existe cultura de ITE para velar por el mantenimiento de nuestros edificios, quizás porque existen presiones sociales”

RkJQdWJsaXNoZXIy Njg1MjYx