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La base de la evolución no es la competencia. Es la colaboración. El mejor modelo de economía circular es un bosque natural o primario: nada sobra en él, nada falta en él. Todos los procesos parciales se conectan e integran con el sistema en su conjunto. Todos aprovechan los recursos disponibles y todos aportan sus modelos de funcionamiento, autorregulándose según necesidades y disponibilidades. Realizan ciclos, no cadenas abiertas con restos inútiles. Ese es el paradigma de la eficiencia, de la circularidad, de la cooperación sistémica perfecta. Y ahí en ese modelo natural realiza su ciclo vital el árbol, tal vez la única materia prima auto regenerable por sí misma. Tal vez por eso la madera acompaña a nuestra especie desde la noche de los tiempos, en todos los ámbitos de nuestra vida. Tal vez por eso, la madera nos llama a ser tocada, nos gusta incorporarla a nuestro hábitat. La necesitamos como el aire que respiramos. Hay quien se aventura a decir que vivimos en una etapa aún pendiente de definir: la Edad de la Madera (E. Carbonell). Nosotros podemos procurar aprender a imitar ese modelo circular, eficiente, saludable y sostenible, aplicándolo a nuestra actividad industrial, económica, social…. O podemos seguir probando vivir de espaldas a ese modelo, generando procesos abiertos que no sabemos dónde acaban, deslumbrados por cientos de materiales sintéticos de dudosa salubridad y de arriesgada seguridad, que ya apunta ineficiencia y riesgos para el medio y para nuestra salud y seguridad. Construir con madera no es tan solo hacerlo con un nuevo (¿nuevo?) material. Es, sobre todo, hacerlo con nuevos valores. Sostenibilidad, tanto por la naturaleza del material como en sus procesos de transformación, aplicación y uso. Ahorro y eficiencia de la energía necesaria para vivir en esos espacios que construimos con madera. Salud de los materiales empleados, reduciendo al mínimo los elementos tóxicos (químicos, electromagnéticos, ambientales, etc.) presentes en el hábitat, lo que llamamos exposoma. Harmonía, belleza, proporciones, usabilidad, confort… que redundan en bienestar y en bien vivir. Además, la madera ha venido a dialogar con todos. Tal vez ese sea el ‘gap’ que nos falta adoptar en el sector de la madera: dejar de competir y empezar a ‘coopetir’, presentarnos de manera coordinada ante la sociedad, ante los agentes sociales y políticos y financieros. Ahí esta la madera constructiva hoy, como lo ha estado siempre, enseñándonos a vivir mejor. n Construir en madera es construir con nuevos valores 84 CONSTRUCCIÓN EN MADERA Salvador Ordóñez, World Wood Future C M Y CM MY CY CMY K

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