AQ31 - IARQCO

‘Diseñar’, ‘Innovar’, ‘Habitar’… son conceptos que damos por conocidos y deberíamos de (Re)definirlos. Pero centrémonos en habitar. Erróneamente, lo primero que pensamos al hablar de habitar es en el hábitat como vivienda, cuando toda arquitectura es hábitat. Habitamos la oficina, el hotel, el hospital, el espacio comercial o incluso la propia naturaleza. El ‘Diccionario Metápolis de Arquitectura Avanzada’ ofrece varias definiciones para este término. La primera de José Morales dice que “habitar la arquitectura se sitúa en el umbral que permite la creación de mundos para el sujeto que vive este final de milenio. Plantear procederes, modos de hacer arquitectura, a través de los que el sujeto llegue a conocer más a sentir más, a ser capaz de construir esas miras desde las que atrape y haga suya una idea de mundo, una interpretación de lo que queda ‘ahí fuera’”. Si hablamos de hábitat en el sentido de vivienda, para redefinirla, deberíamos dejar de lado el programa funcional y los sustantivos como cocina, sala estar, comedor, cocina o dormitorio y hablar de acciones, es decir verbos: estar, comer, cocinar, dormir… Este simple cambio nos permitirá pensar el espacio habitado no como sucesión de espacios funcionales, sino de actividades solapadas en el tiempo. En este sentido es interesante una relectura de ‘La casa: Historia de una idea’ del arquitecto y catedrático Witold Rybczynski, en el que nos expone conceptos como los de confort, comodidad, intimidad, domesticidad, austeridad o estilo. Y nos habla de lo que considera “la pobreza esencial de las ideas arquitectónicas modernas”. Y eso mismo deberíamos hacer con una pieza crucial, como es el baño, al cual hemos relegado a la parte más oscura e inhóspita de la vivienda, sin ventilación ni iluminación natural. En el mejor de los casos, nos preocupamos en hacer una buena distribución de piezas y selección de materiales y acabados. Visitamos con nuestros clientes diferentes showrooms para elegir sanitarios, griferías, pavimentos porcelánicos y mamparas, como si fuéramos al concesionario de coches a elegir el color de la carrocería y los acabados de los asientos y poco más. Y no estoy diciendo que se diseñen malos baños, pero nos estamos preocupando en ocasiones más en el ‘efecto wow’, lo mismo que sucede cuando entras en el aseo de un buen restaurante, en ser modernos, funcionales y nos olvidamos de las sensaciones. Las tendencias reduccionistas de la arquitectura moderna y del diseño industrial nos han alejado del porqué del baño. Con un análisis del baño desde la Neuroarquitectura veríamos que no obtenemos los beneficios esperados tras un buen baño. Deberíamos (Re)pensar el baño desde la experiencia y con una amplia mirada al pasado. Porque el baño ha evolucionado a lo largo de la historia y tiene muchas connotaciones culturales, simbólicas y metafóricas. Pensemos, por ejemplo, en los baños colectivos japoneses o las letrinas portátiles que se utilizaban en Versalles. Leonard Koen en ‘Desdiseñando el baño’ nos habla de las cualidades ‘Subjetivas de los Mejores Baños’. Porque el baño puede representar una experiencia estética y emocional global. El baño, podemos entenderlo como rito. En el momento baño, podemos experimentar un ‘Stop & Think’ que nos permita desconectarnos del exterior y conectarnos con el ‘Yo interior’. Porque el baño puede contar con cualidades no objetivas, sino más bien subjetivas como son por ejemplo el placer. Buscamos sentirnos mejor después de un buen baño. Hablamos de baños reparadores, no solo físicamente, sino mentalmente. En un buen baño buscamos seguridad porque queremos relajarnos, dejar de estar en tensión. Necesitamos desnudar nuestro cuerpo y nuestra psique y el baño es un buen momento y lugar para ello. Con el baño se alcanza la estimulación termal, experimentado con el contraste de temperaturas. Y esto nos agudiza el pensamiento y transforma el estado de ánimo. Puede parecer que la funcionalidad del baño se centre en la limpieza/pureza solo en el sentido higiénico y funcional, pero no se trata solamente de eliminar la suciedad y posibles gérmenes, sino de la búsqueda del bienestar a partir de la eliminación de lo sucio/impuro. Buscamos el ‘mens sana in corpore sano’. El baño es, por tanto, uno de los mejores lugares para la reconciliación del cuerpo y la mente. El factor tiempo en el baño es importante cuando se aleja de su simple funcionalidad. Si el baño en lugar de pensarlo como lugar, lo pensamos como espacio y tiempo, nos acercaremos al concepto de intemporalidad. Para un buen baño debemos demorarnos, perder el sentido del tiempo, no haciendo nada, sin sentirnos culpables. El baño ha ido perdiendo atributos intangibles como la luz y ventilación natural o el sonido. Y esto conlleva, a su vez, alejarnos de los criterios de sostenibilidad en pro de los de eficiencia, aun no siendo incompatibles. Hablamos del baño con atributos más cercanos a los que como usuarios se lo pedimos a un electrodoméstico, en lugar de pensarlos como lugar donde poder experimentar como humanos, a través de todos los sentidos. Con un buen baño podríamos relajarnos y pensar de nuevo en conceptos como ‘Diseñar’, ‘Innovar’ o ‘Habitar’. ¿(Des)diseñamos el baño? TRIBUNA Miquel Àngel Julià Hierro. MAJH Concept Architect. Vicepresidente Retail Design Institute Spain Curator The Next y Director Miradas Transversales Asesor en Innovación en la Junta de la demarcación de Barcelona COAC Oriol Muntané, Joan-Lluís Zamora y Miquel Àngel Julià Hierro. (Des)diseñando el baño

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