ARQUITECTURAS DEL MOVIMIENTO MODERNO camino entre el mobiliario y la escultura hace las veces de mostrador. Detrás de este mostrador ─que invade el espacio con un gran voladizo─, una segunda escultura del mismo autor parece invitarnos a subir por la escalera. La escalera es un elemento clave en la composición: irrumpe en el vestíbulo con una geometría helicoidal y, mediante la introducción de un patio que empieza en la planta primera, se ve inundada de una luz inesperada que invita a la ascensión. Desde la escalera y con una audaz geometría, nace una viga curva y blanca que se recorta en el techo negro, separando la planta baja en dos zonas a las que, además, da forma. Detrás del umbral que genera esta viga, una sala de trabajo abierta se extiende hasta el fondo del solar, su menor altura se compensa con un cielo raso translúcido retroiluminado. La iluminación y una serie de espejos situados como telón de fondo contribuyen a incrementar la sensación de profundidad y la complejidad espacial. La escalera helicoidal semicircular traslada la complejidad del vestíbulo hacia las plantas superiores que, si bien se caracterizan por su carácter funcional, no descuidan la atención por los detalles. Planos de color verde y azul se combinan con paramentos forrados de madera, algunos de ellos inclinados para singularizar la forma de los distintos espacios. En la sala de juntas y el despacho del presidente destacan los muebles diseñados por los mismos arquitectos, con unos estampados inspirados en las pieles de los animales africanos que, aún hoy, sorprenden por su atrevimiento. Las sorpresas espaciales siguen en cada espacio que se descubre: en la planta segunda, el salón de actos está cubierto por un falsa cúpula rebajada de planta elíptica, donde el artista cordobés Javier del Rosal realiza una ‘sfumatura’ de tonos dorados y azules. En cada planta, esculturas de Oteiza ocupan lugares para nada casuales, jugando un papel en la composición del conjunto. Para los autores Rafael de La-Hoz y José María García de Paredes esta fue una obra casi inaugural de sus trayectorias profesionales. García de Paredes, viajero insaciable, plasmó en Córdoba las nuevas tendencias que conoció en sus primeros viajes a los países nórdicos y a los EEUU. Rafael de La-Hoz también era conocedor directo de la arquitectura norteamericana, ya que terminó sus estudios en el Massachusetts Institute of Technology (MIT). Ya por separado, ambos tuvieron carreras profesionales extensas y extraordinariamente brillantes. Sin embargo, la particular expresividad que desplegaron en los interiores de la Cámara de Comercio cordobesa no tuvo una clara continuidad en sus obras posteriores.n A la izquierda la escalera helicoidal al llegar a la primera planta; y a la derecha el despacho del presidente. Fotos: José Hevia/Fundación Docomomo Ibérico. Salón de actos con la ‘sfumatura’ de Javier del Rosal. Foto: José Hevia/Fundación Docomomo Ibérico.
RkJQdWJsaXNoZXIy Njg1MjYx