Paseando por el casco antiguo de Córdoba, en una estrecha calle, encontramos una fachada que pasa desapercibida para la mayoría de los viandantes. Un edificio entre medianeras, con una composición de fachada geométricamente rigurosa y no carente de interés, pero con una voluntad de no desentonar ni de ser excesivamente monumental. Una vez dentro, todo cambia: la caprichosa forma del solar, de dimensiones reducidas, permite a los autores crear una serie de espacios fluidos y sinuosos que ─a través de su forma, volumen y materialidad─ consiguen articular una cadena de escenarios o episodios espaciales singulares y cambiantes. Para conseguirlo, se utilizan una serie de estrategias arquitectónicas de gran virtuosidad: en primer lugar, sorprende la elección de una paleta de materiales, de marcadas texturas y vivos colores yuxtapuestos, que tienen una gran presencia en el espacio y refuerzan sus geometrías. En el vestíbulo, un suelo de piedra artificial de grandes bolos recuerda las antiguas calzadas empedradas, mientras que el techo oscuro, con focos empotrados, remite a un cielo estrellado. Una pieza del escultor Jorge Oteiza domina el espacio: a medio ARQUITECTURAS DEL MOVIMIENTO MODERNO Escalera helicoidal. Foto: José Hevia/Fundación Docomomo Ibérico. Vestíbulo con el mostrador y la escultura de Jorge Oteiza. Foto: José Hevia/Fundación Docomomo Ibérico.
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