Alta costura vs Prêt-À-Porter en los edificios Le Corbusier nos explicaba el funcionamiento de los edificios, a partir de la imagen del cuerpo humano, diferenciando entre el esqueleto (estructura), piel (fachada) y órganos (instalaciones). Estos tres elementos son indisociables de la idiosincrasia de cada individuo (edificio). Finalmente, lo que hace único a cada edificio será su relación con el entorno, con las construcciones colindantes, con el uso para el que se construye… Pero en esta descripción anatómica nos hemos olvidado de algo tan fundamental como los espacios interiores. Siguiendo con el símil humano de Le Corbusier, sería como la vestimenta, eso que no forma parte del cuerpo, pero que le pone en valor y que toda persona necesita. Todos recordamos el juego en que sobre una silueta de papel de un cuerpo humano se le podía sobreponer diferentes vestidos. Así pues, sobre el mismo modelo, podíamos tener desde una policía hasta una princesa. Del mismo modo, si a un edificio le vestimos con uno u otro traje, conseguimos dos atmósferas diametralmente diferentes. Es más, si le dejáramos desnudo, despojándolo de todo su interiorismo, difícilmente adivinaríamos el uso para el que fue construido. Los espacios interiores creados, necesitan ‘ser vestidos’ para adquirir carácter. La construcción de estos interiores es, día a día, más importante. Siendo esta disciplina lo que realmente imprime carácter, ambiente y forma a los edificios. Y, aunque en sus orígenes fuera una actividad ‘menor’, a día de hoy, las empresas de contract generan un volumen de negocio, a menudo mayor, que la misma construcción. El contract permite vestir al edificio y dotarlo de imagen. Probablemente, con un ejemplo se entiende mejor. Imaginemos una rehabilitación en la que un edificio que había sido de oficinas, ahora es un hotel. Solamente le han cambiado el vestido y sin embargo es un edificio diferente. Es más, este nuevo hotel tiene mayores similitudes y una atmósfera muy parecida a otro hotel de la misma cadena situado en otra ciudad. Esta intencionalidad en mantener los rasgos de los espacios interiores puede tener por objetivo, desde preservar una imagen corporativa hasta crear una atmósfera conocida, que nos haga sentir en un entorno acogedor y cercano. Evidentemente, el ejemplo del hotel puede extrapolarse a cadenas comerciales, hospitales, restaurantes… Lo que se quiere recalcar con esta reflexión es la importancia de la arquitectura interior, muchas veces subestimada y tenida a menos, en pro del contenedor en el que se alberga y que es la que interpela directamente a los sentidos y la que nos genera emociones. En consecuencia, la que provoca que nos sintamos mejor en unos que en otros edificios. TRIBUNA Oriol Muntané Doctor Arquitecto y Profesor de la UPC Oriol Muntané, Joan-Lluís Zamora y Miquel Àngel Julià Hierro.
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