La formación del técnico de la construcción Últimamente, han aparecido en televisión dos noticias donde, aprovechando desechos de la agricultura, junto con unamasa heterogénea, forman bloques para construir muros. Este vegetal, mezclado con arena y un aglomerante, mejora la pieza, pues, la aligera, la ‘arma’ y consigue mejores propiedades higrotérmicas. Uno de estos proyectos tiene subvención europea y se desarrolla en diferentes organismos oficiales, a caballo entre varios países. Este tiene el conocimiento de diferentes universidades, institutos y grupos de investigación. El otro se ha desarrollado gracias a la inquietud y conocimiento del territorio de unos arquitectos-constructores, conscientes de los recursos naturales, del coste de los productos y, sobre todo, de la cultura constructiva del entorno en el que trabajan. Como decía, ambos han desarrollado un material apto para construcción de muros de carga, gracias al aprovechamiento de un desecho de la agricultura. Hasta donde he podido averiguar, en el primero de los casos ya tienen construido un módulo experimental, perfectamente monitorizado y del cual derivarán unas conclusiones las cuales se plasmarán en artículos indexados y tesis doctorales. En el mejor de los casos, con mucho esfuerzo por parte de algún constructor junto con el colectivo de agricultores, conseguirán desarrollar un producto con el que construir nuevos edificios. En el segundo caso, tal y como apareció en las noticias en televisión, ya se habían construido unas viviendas. En el reportaje, los técnicos entrevistados, ya tenían un feed back de cómo funcionaba el nuevo material: habían hecho pruebas de transmisión de calor, reacción al fuego, comportamiento frente al agua y la humedad… Al final de la noticia aparecía una imagen de una vivienda perfectamente acabada y habitada, donde los arquitectos explicaban que habían utilizado el desecho del producto que más se cosechaba en la zona, a sabiendas que les resultaría barato y que podía mejorar sus construcciones. Vemos pues dos ejemplos de cómo, a partir de un desecho de la agricultura, se pueden mejorar unos productos de la construcción. El primer caso, podríamos llamarlo el modelo ‘académico’, con una propuesta atractiva, una financiación oficial, organismos interesados en desarrollar productos, institutos agrarios con un excedente sin valor… En el segundo caso, nos encontramos con unos técnicos conocedores de la cultura constructiva y agraria del territorio, con unas inquietudes paramejorar los materiales y por qué no, para rentabilizar y generar mejores beneficios económicos para el constructor y mejoras en el confort de los habitantes. Hasta aquí les he presentado dos modelos de desarrollo: el primero focalizado en la investigación y estudio; y el segundo centrado en la experiencia profesional y el conocimiento del entorno. Si ahora, como potencial cliente, les planteara la pregunta: ¿en cuál de los modelos preferirían que se formasen sus futuros técnicos para su vivienda? ¿Cuál de los modelos elegirían? ¿Creen, como yo, que deberían ser los dos? ¿En qué porcentaje? Aquí lo dejo. Hagan sus reflexiones. TRIBUNA Oriol Muntané Doctor Arquitecto y Profesor de la UPC
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