SMART FOOD 77 te dicen que hagas. Porque si sigues a tu corazón, eso te infunde energía, te aporta ideas y te pone en contacto con personas que piensan como tú, lo que te permite fertilizarte. Eso es algo que ya aprendí de muy pequeña. ¿En qué sentido? Mi familia era muy intelectual. Mi padre fue profesor de filosofía y ética, y recuerdo que de niña me aconsejaba que estudiara historia del arte. Pero yo sentía que quería hacer algo útil. De niña y de adolescente me impactó mucho conocer los efectos de la hambruna en África. Además, aunque yo nací después de la Segunda Guerra Mundial, crecí en una sociedad que había pasado enormes penurias y hambre, y que sabía lo que era vivir situaciones terribles. Siempre fui muy consciente del privilegio que tenía solo por pertenecer a una familia sin problemas fundamentales, con acceso a la alimentación, en un país en paz. Por ello, siempre he sentido que debía aportar algo al mundo y estudié Ingeniería Agrónoma. Usted defiende que es posible alimentar a un mundo en crecimiento sin acabar con el planeta. Podemos alimentar a la población presente y a la futura de forma sostenible, aunque para ello debemos cambiar muchas cosas. Para empezar, en muchas partes del planeta la productividad es muy baja, se utiliza un terreno enorme y se dedican muchos recursos para obtener muy poca producción. Debemos concentrar dicha producción agrícola en aquellas zonas que tienen potencial y abandonar las que carecen de ello y dejarlas a la biodiversidad. Lo más destructivo que hay es hacer agricultura en zonas donde no hay muchas posibilidades, como en suelos muy pobres. Es un sinsentido en esos casos talar la vegetación, trabajar la tierra y utilizar mucha energía y recursos para apenas producir. Deberíamos pensar en sistemas de reciclaje en los que aquello que no se coman las personas, se pueda utilizar para los animales. ¿Implica eso que haya países que deban importar todo lo que comen? Todos los territorios cuentan con zonas fértiles y otras que no se deberían utilizar para la agricultura. Tomemos como ejemplo la República Democrática del Congo, que tiene una enorme masa forestal; de hecho, un porcentaje elevadísimo del país está recubierto de bosque. Aunque lo talen, esos suelos no permiten muchas posibilidades de hacer una agricultura de alto rendimiento. En cambio, cuenta con una enorme riqueza en minerales. Podrían utilizar ese recurso natural para importar alimentos. El problema es la corrupción que envuelve el negocio de los minerales. En todo caso, el país debería conservar esos bosques. Debemos llegar a un acuerdo mundial para compensar económicamente a aquellos que cuentan con importantes recursos naturales (como selva, bosques y sabana) para que los mantengan, porque son la base de la biodiversidad y patrimonio de la humanidad. Y eso es algo que ocurrirá en los próximos 10 o 15 años. En el norte global tiramos a la basura hasta un tercio de los alimentos que producimos y adquirimos. Compramos mucho y tiramos mucho. Está claro que algunas cosas no se pueden usar, como algunas partes de las verduras, pero deberíamos pensar en sistemas de reciclaje en los que aquello que no se coman las personas, se pueda utilizar para los animales. ¿Debemos limitar el consumo de proteína animal? Es lo más importante. No necesitamos comer carne cada día, pero eso no implica, como algunos discursos defienden, eliminar por completo a los animales. En algunas etapas de la vida, como la vejez, los embarazos o la niñez, se necesitan proteínas de muy buena calidad, como las que están disponibles en la carne y la leche. También en los huevos, que, aunque solemos olvidarnos de ellos, son importantes y, en países en vías de desarrollo, pueden marcar la diferencia entre un retraso cognitivo y un desarrollo normal en niños. ¿Acabaremos comiendo insectos o carnes sintéticas? Yo he comido insectos; de hecho, tenemos un programa de investigación en la universidad holandesa de Wageningen sobre ello. Pero la verdad es que no creo que se vayan a integrar en la cocina europea, al menos de manera directa. No me imagino tomando una ensalada aderezada con gusanos como fuente de proteína… Yo tampoco lo creo, pero en México, por ejemplo, es una cosa muy normal. En este tema entra en juego la dimensión cultural, por ello en Europa quizás solo los incorporemos en la dieta en forma de harinas, en porcentajes pequeños en alimentos como el pan o la pasta, para que sean más proteicos. Donde los insectos pueden ser interesantes es en la alimentación del ganado y del pescado de piscifactorías, aunque hay que decir que también generan emisiones de metano, que es uno de los gases de efecto invernadero. Nada es gratis, siempre hay un costo. Pero insisto en que el mensaje no tiene que ser ‘come carne artificial o vegetal, y abandona la animal’, sino come menos carne y aumenta tu consumo de legumbres y de verduras. Lo ideal sería que dentro de 10 o 20 años dos tercios de las proteínas que ingiramos sean de origen vegetal y solo un tercio de origen animal. La palabra sostenibilidad es hoy tan utilizada que se ha desvirtuado su significado. La primera vez que surge el concepto fue en 1986-87, en un informe de Naciones Unidas que se llamaba 'Nuestro futuro común'. En él, ‘sostenibilidad’ se usaba por primera
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