SMART FOOD 81 Por otro lado, están los consumidores. Los hogares que atraviesan dificultades económicas y están en situación de desempleo se están quedando sin dinero. Incluso cuando los productos están disponibles en los mercados locales. Este fenómeno en los países en vías de desarrollo todavía es peor, porque, además de los ciudadanos, los que se están quedando sin dinero son los importadores. África ha recibido un shock económico muy fuerte porque muchos países son exportadores de petróleo, muchos países son exportadores de algodón como Mali, donde todos los contratos se están cancelando, son exportadores de commodities de metales que también están cayendo, o de café como Etiopía que también cae y no tienen la capacidad de Europa para poder inyectar 3 trillones de euros en la economía para que se reactive. Países como Argelia, Angola, Ecuador, Nigeria o Arabia Saudí dependen de los ingresos por exportaciones de petróleo para ayudar a pagar las importaciones y financiar los subsidios alimentarios para los más pobres. Sin embargo, con la contracción económica generada por la COVID la demanda mundial de petróleo se ha desplomado y los precios del barril en crudo han caído incluso llegando a estar por debajo de cero por primera vez en la historia. A esto hay que añadir la incertidumbre ante las posibles subidas del precio de los alimentos básicos como el trigo y el arroz que, a pesar de estar a la baja, han experimentado un aumento y que los analistas achacan principalmente al acopio, la especulación y el proteccionismo de los principales países productores y de los importadores más ricos. Y es que entre marzo y abril de 2020, varios de los principales países exportadores de trigo como Rusia, Ucrania o Kazajistán impusieron cuotas y suspensiones a sus exportaciones. Y no sólo ellos, sino que Vietnam, Myanmar y Pakistán retuvieron sus exportaciones de arroz, Turquía restringió sus exportaciones de limones, Tailandia de huevos de gallina y Serbia de semillas de girasol. Mientras tanto, otros países estuvieron acumulando alimento con importaciones aceleradas, como Egipto, el mayor importador de trigo en el mundo, que compró grandes cantidades de grano franceses y rusos para almacenar reservas de hasta 8 meses. Un encadenamiento de suspensiones y sobreabastecimiento que retrotrajeron a muchos a la crisis del precio de los alimentos de 2008. Si lo comparamos con la crisis de 2007-2008, entonces teníamos 33 países poniendo restricciones y representaban el 28% de las exportaciones mundiales. Hoy en día ¿qué tenemos? Empezamos con 16 países que pusieron restricciones a las exportaciones y hoy sólo hay 11. Cuando eran 16 estábamos hablando de alrededor 6.5% del share de las exportaciones mundiales, ahora con 11 estamos hablando del 2.5%, es decir, no es nada, el problema no está ahí. En disponibilidad no es. La situación dramática está en el acceso. En Nigeria, uno de los mayores importadores de arroz y trigo del mundo y a la vez uno de los principales exportadores de petróleo, cada vez hay más supermercados que están teniendo que cerrar debido a una oferta y demanda rota. Un inquietante escenario que ya ha comenzado a traducirse en protestas, no sólo en Nigeria, sino también en Kenia, Bangladesh, Honduras, Sudáfrica, y que mucho temen se extienda por las economías desarrolladas donde la subida de los precios puede exacerbar la desigualdad entre ricos y pobres. Y aunque con la relajación de las medidas de control de la pandemia también se han ido relajando algunas de las restricciones de los países exportadores, muchos países pobres tendrán que elegir entre proteger la salud o proteger los medios vida. Sin duda, la pandemia ha provocado una dramática pérdida de vidas humanas en todo el mundo y presenta un desafío sin precedentes con profundas consecuencias sociales y económicas, que incluyen comprometer la seguridad alimentaria y la nutrición. La sostenibilidad alimentaria es quizás uno de los puntos más sensibles e importante de la agenda de desarrollo sostenible 2030 publicada por la ONU. Una problemática mundial a la que no hemos dado la importancia que merece. Aun así, y con todo esto, los economistas defienden el crecimiento, y sí, muchos países necesitan crecer, la cuestión a lo mejor es cuáles. En América no necesitan más abogados, en Europa, sobran burócratas en Bruselas. Pero el planeta tiene un problema de suministros. En cinco años habrá escasez de agua y alimento, así lo enuncia el científico experto Vaclav Smil. Debemos crecer en la dirección correcta. No hay crecimiento sin riesgo. Cada avance comporta un riesgo que debe
RkJQdWJsaXNoZXIy Njg1MjYx