Las quemas agrícolas están cada vez más restringidas y controladas. 54 MAQUINARIA Al abandono de las actividades tradicionales se suma la paradoja de la extinción: cuanto más eficientes somos, antes se apagan los incendios, y cuanto antes se apagan más combustible queda sin eliminar, acumulado para el siguiente episodio. Castellnou afirma que “hace 50 años equivocamos la política de territorio: invertimos en extinción y no en el paisano”. La extinción, sin gestión del territorio, no garantiza la seguridad. “Empieza a ser hora de que reconozcamos al campo el servicio de seguridad que presta”, sentencia. Cree que “este país ha dado la espalda a aquello que lo sostiene” y afirma que se ha optado por lo barato, que es invertir en extinción, y no por lo lógico, que es valorar el sistema primario de producción rural como un sistema terciario de servicios, dadas sus externalidades en seguridad, fijación de carbono y otras. Coincide con Resco en que el cambio climático acelera los incendios, pero lo que los provoca es el material acumulado por el estrés de losmontes y la falta de gestión. Debatir sobre esto, señala, es alimentar una discusión ignorante y sembrar la semilla del gran desastre. En España se invierten 19.000 euros por hectárea en prevención y, sin embargo, se le niegan al paisano, insiste. SIN GESTIÓN NO HAY EXTINCIÓN José Roales afirma que después del incendio en la Sierra de la Culebra estuvo por el monte y comprobó que las zonas pastadas no se habían quemado. David Navarro defiende, por su lado, que la explotacióndelmonte siempre ha sido una actividad inherente a las zonas rurales, tradicional y lógica para mantenerlo, salvaguardarlo y salvaguardar propiedades y vidas. Ambos no entienden que ahora la normativa sea tan restrictiva, que se pongan tantas trabas para el desbroce, para volver a cultivar campos abandonados, incluso para recoger leña en propiedades privadas. En este sentido, Víctor Resco ve con preocupación algunos pasos que se dan en la Unión Europea, con políticas que promueven las áreas protegidas sin dar a los incendios la importancia que merecen. En 2022, señala, los incendios más grandes han quemado, sobre todo, áreas protegidas. No es baladí que la mitad de los siniestros tengan lugar en estas zonas cuando representan el 40 % del total. En 2006 solo tenían el 3 % y en 2015, como máximo, el 35 %. Es cierto que los espacios protegidos han crecido desde entonces, pero los incendios no lo han hecho de una manera proporcional, sinomayor. La conclusión tiene cifras: es tres veces más probable un incendio en bosques con protección que en los que no la tienen. Resco afirma que de los cuatro ingredientes de los megaincendios solo podemos actuar e uno: la masa forestal y el combustible; los otros, humedad, ignición y condiciones meteorológicas, no son controlables. Por tanto, en palabras de Castellnou, “sin gestión no hay extinción”, porque limitar la energía de los incendios amenos de 10.000 kw por metro lineal, que es lo que permite la actividad de extinción, depende de los kilogramos por hectárea que haya de materia combustible, es decir, de la estructura del paisaje que se decida tener. La gestión forestal clásica y las quemas controladas son, para Resco la receta para esta nueva era demegaincendios. Además de aprender a convivir con ellos, pues llevan sobre la tierra mucho más tiempo que la humanidad y no van a desaparecer. Así que la agricultura, la ganadería y otras actividades tradicionales delmedio rural, en lamedida en que sean reconocidas y puedan mantenerse, seguirán siendo, por su parte, aliadas imprescindibles de la gestión de incendios de las próximas décadas.n
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