EL APUNTE Siempre hay algún motivo para recordar cualquier año. En el ámbito agroalimentario, los más habituales suelen referirse a aspectos meteorológicos (sequía, inundaciones, ola de calor…), dado que otros no menos importantes, como los precios que perciben los productores o la disminución de su renta disponible, son ya prácticamente de carácter estructural. Pero el 2022 que ya dejamos atrás se empeñó en poner las cosas un poco más difíciles. El sector agrícola venía de dos años, 2020 y 2021, en los que había demostrado su carácter esencial, lo que tuvo un impacto positivo en su evolución económica. Las fábricas y sus proveedores funcionaban a pleno rendimiento, tratando de dar respuesta a la fuerte demanda internacional. Se hablaba entonces de ‘años especiales’ y puede que fuera así. No se había vivido una pandemia similar en los últimos tiempos, lo que dejaba abierta la puerta de la incertidumbre de cara a un 2022 en el que las limitaciones sanitarias deberían quedar definitivamente atrás, como así sucedió finalmente (con la excepción china). Con lo que nadie contaba a principios de año fue con lo que sucedió pocas semanas después, y que todavía sigue vigente. Una guerra de tal magnitud en la Europa del siglo XXI es un suceso de tal calado en el escenario geopolítico actual que impactó fuertemente en las economías de todo el mundo. El pánico estaba servido. Se vivieron meses muy duros, con precios disparados, escasez de materias primas, bloqueos logísticos… Sí, de acuerdo, factores coyunturales, pero que en esos momentos críticos pusieron en jaque la paz mundial. Y que, ojo, aún continúan ahí aunque es cierto que con menor intensidad. Lógicamente, las fábricas de equipamientos agrícolas también sufren los efectos de esta locura. Poco a poco tratan de recuperar el tiempo perdido, pero en muchos casos aún ofrecen plazos de entrega excesivamente elevados, mientras los stocks en las redes de venta están bajo mínimos. No obstante, lo que parecía la tormenta perfecta finalmente no fue tal y, dadas las circunstancias de un año tan complejo, sería exagerado decir que 2022 fue un año tan desastroso para el sector agropecuario como podía preverse en el primer semestre. ¿Mejorable? Por supuesto, y mucho. De eso esperemos que se encargue este 2023. Como dice Calderón de la Barca, “el mayor bien es pequeño” y nadie debe robarnos nuestro derecho vital a la ilusión. Derecho a la ilusión
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