EL APUNTE No voy a repetir aquí la gran cantidad de datos que nos recuerdan permanentemente lo envejecido que está el medio rural en Europa, y por supuesto también en España. Una media de edad excesivamente alta provoca paradojas como la de aceptar la denominación de “ joven agricultor” a trabajadores del campo que superan los 40 años de edad. Muchos son los motivos que provocan el abandono, algunos de ellos relacionados con cuestiones sociales o personales, ante los que difícilmente se puede hacer nada. Los trabajos agrícolas y ganaderos exigen ciertos sacrificios que no siempre se acatan, por mucho que se trate de un negocio familiar. Trabajar los sábados y domingos, a cualquier hora del día y de la noche, en pleno verano mientras la familia y amistades están de vacaciones… supone renunciar a esa otra forma de vida que, para quienes se decantan por ella, resulta más placentera. No son pocos los propios agricultores y ganaderos que empujan a sus hijos e hijas hacia las zonas urbanas, a la búsqueda de un futuro profesional alejado de las tareas que durante siglos han venido haciendo sus antepasados. ¿Por qué lo hacen? Evidentemente, a cada caso asisten factores personales, pero prácticamente sobre todos ellos planea la sombra de la rentabilidad. Porque el rendimiento obtenido a cambio de tanto esfuerzo tiende en líneas generales a la baja y no lo consideran recompensa suficiente. Así, mantener una explotación ganadera comienza a convertirse en todo un logro y parece dibuDavid Pozo jarse un panorama donde las macrogranjas ganan terreno frente a los negocios familiares, que se van reduciendo día a día. En el ámbito agrícola, los precios percibidos por los productores no progresan como lo hacen los costes de producción, lo que pone en peligro el porvenir de muchas explotaciones, especialmente en determinados cultivos y regiones. En un escenario tan complejo la tecnología se convierte en una herramienta imprescindible de cara al futuro. Ayuda precisamente a reducir los costes de producción y ayuda también a afrontar el reto de la escasez de mano de obra, sea o no cualificada. Porque, tampoco nos llamemos a engaño, los jóvenes desisten a seguir en el negocio familiar vinculado a la producción agraria, incluso sabiendo que serán empresarios, es decir, no tendrán jefe. Pero es que también resulta cada vez más difícil encontrar personal para realizar determinados trabajos que no pueden mecanizarse. ¿Por qué? Porque, como dicen ahora los jóvenes, “no les renta”. ¿Transformarse o morir? ¿Una frase hecha o una dicotomía abocada a convertirse en una obligación? La rentabilidad, clave en la renovación del campo
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