EL APUNTE Se acabó el verano. Esas merecidas vacaciones dentro de la 'normalidad' que tras dos años de pandemia todos esperábamos como agua de mayo. ¿Y ahora qué? Pues la oscuridad más absoluta, el apocalipsis. Ese es el mantra de un otoño/ invierno catastrófico que viene resonando mañana, día y noche en nuestros oídos durante las últimas semanas. Y seguro que todos se estarán preguntando por qué. ¿Por qué otra vez tenemos que ser los mismos los que paguemos los caprichos de la macroeconomía, la megalomanía de Putin o los antojos de un capitalismo que ha puesto al límite a sectores como la agricultura? Y no me malinterpreten, con ello no estoy diciendo volver a tiempos inmemoriales, sino de buscar soluciones efectivas y eficaces que realmente lleven nuestro sector a crecer con una política bien trazada con la profesionalización como objetivo primordial. Lo que observamos actualmente es todo lo contrario. Soluciones que son parches y que en realidad no vienen a ayudar al agricultor, sobre todo a aquel que quiere hacer su negocio rentable y cuya apuesta es a largo plazo. Y no me refiero ni a los grandes terratenientes y grupos de inversión que pueden ver en la agricultura un negocio especulativo más, ni tampoco a aquel agricultor que lleva años sobreviviendo con unas ayudas que interesa más dar al político de turno que al propio sector. Y perdonen, esas ayudas no fijan población ni son la solución a la España vaciada. Me refiero al productor medio con ganas de trabajar y con un proyecto de futuro, aquel que tiene el emprendimiento como leitmotiv de su andadura. Ese es el empresario al que se ha de apoyar desde las administraciones para que pueda innovar, invertir en nuevos equipos y herramientas, David Pozo dar a su producto valor añadido y comercializarlo dentro y fuera de nuestras fronteras. Esa es la verdadera Marca España. Y mientras que la pelea toca ahora por estos lares, el verano que dejamos atrás nos ha vuelto a demostrar que la crudeza de la naturaleza es inexpugnable. Sequía, altas temperaturas o episodios de desgracias con la climatología como protagonista. Todo ello no son avisos, las advertencias hace tiempo que pasaron. Ahora hemos de intentar que las consecuencias de toda una era de despropósitos no vayan a más, por el bien de todos. Esa es la auténtica plaga del siglo XXI. Y de una correcta gestión de la política medioambiental, donde la agricultura tiene mucho que decir, depende el futuro de muchas generaciones. Sigamos organizando 'megacumbres con pactos que nunca se cumplen, continuemos considerando a la nuclear como energía verde y sigamos poniendo cortapisas a las energías renovables... ¿Con qué cara podemos mirar a nuestros hijos y nietos recién nacidos? En nuestras manos quizás no esté el poder de decisión, pero sí el de obligar a los que lo tienen a tomar el camino correcto. ¡Alcemos la voz! ¡Colorín, colorado, esto aún no ha empezado! Colorín, Colorado...
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