EL APUNTE Incertidumbre es el término que viene acompañando en los últimos años a nuestro sector. Los profesionales dedicados al mundo de la agricultura estamos acostumbrados a no disfrutar de las mieles de la opulencia y de la complacencia, pero han comenzado a aparecer toda una serie de factores desestabilizadores que están afectando directamente a la rentabilidad de nuestras explotaciones. Y en ese saco podemos introducir desde factores intrínsecamente agronómicos a otros que no dependen directamente, como los costes energéticos, los cambios geopolíticos o las incidencias en la logística. Todo ello en un contexto de cambio climático evidente. Veranos largos con temperaturas extremas, periodos prolongados de sequía e inundaciones marcan un clima desestabilizado que no va a ir a mejor. España y la cuenca mediterránea cuentan además con todas las papeletas de ser uno de los grandes perdedores en este panorama. ¿Y qué debemos hacer? En ningún caso dejar pasar el tiempo. Está constatado, por ejemplo, que la maduración y la cosecha del cereal en España se está adelantando de dos a tres semanas de media en algunas zonas. En este nuevo escenario no vale con echar un vistazo a la cosecha de vez en cuando o asegurarla. Se ha de trabajar con previsión y controlar la producción para intervenir cuando y como sea necesario. Y ahí juegan un papel fundamental las nuevas tecnologías. No significa estar a la última en el enésimo dispositivo que aparece en el mercado, pero sí conocer aquella solución imprescindible para ganar en eficiencia y rentabilizar nuestra producción. David Pozo Para todo ello, el sector primario grita por que se le acompañe y que se capacite a agricultores, técnicos y expertos, disminuyendo la brecha digital e impulsando la aplicación racional y coherente de la tecnología, desde el diseño, pasando por la ejecución, hasta la gestión y el manejo de las explotaciones. No hay tecnología a aplicar, si aquel que la tiene que usar no la conoce ni está convencido de su utilidad y rentabilidad. Y ese es un trabajo que nos corresponde a todos: a las empresas que hacen negocio de ello, a las administraciones que abogan por su uso e implantación, y también por parte de aquellas firmas situadas al final de la cadena agroalimentaria que exigen cada vez más información al agricultor. Formar es ayudar a la agricultura profesional. ¿Somos todos conscientes? La agricultura no puede parar, debe adaptarse
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