OPINION 162 "Vamos quedando pocos en el campo y empezamos a sentirnos solos" El autor escribe este artículo en su calidad de ingeniero agrónomo, doctorando, labrador e impulsor de un museo específico sobre maquinaria histórica en Traslite (Láncara, Lugo), con afán de mejora del medio rural y, por supuesto, con el deseo de que todo lo que expresa sirva para animar y comunicar positividad. Marcos Vázquez Marey, labrador de Láncara (Lugo). Doctorando de la Universidad de Santiago de Compostela En este momento de mi vida, entre otras muchas cosas (diré por suerte), soy doctorando, por lo que, lo que diga, son reflexiones, no afirmaciones, y, si afirmo algo, será basado en mi conocimiento científico o en el de otros. La catástrofe demográfica que está sufriendo el campo en Europa (no es sólo en España), es algo que no nos debería preocupar sólo a los que sabemos de que hablamos, sino al conjunto de la sociedad, puesto que en muchas regiones, como la que yo conozco bien, el presupuesto reservado a prevención y extinción de incendios no tardará en adelantar en cantidad de euros al presupuesto dedicado a educación o sanidad. Si observamos los datos del INE, o de los institutos de estadística de las comunidades autónomas, coinciden en el tiempo dos progresiones: amayor cantidad de titulados relacionados con el campo, menos gente se fija en él; y, a medida que introducimos más tecnología (mecánico-electrónica-informática) en el campo, menos gente se fija en él. En Galicia, en los últimos 60 años, el progreso de la inmersión tecnológica de la ganadería cambió de ser las últimas de Europa, a ser de las primeras —el brazo robótico que suelda carrocerías de coches glamurosos en Stuttgart es el mismo que ordeña una vaca de más de 40 litros de leche por día en A Pastoriza—. En los últimos 25 años, salieron de la Escuela Politécnica Superior de Ingeniería de la Universidad de Santiago de Compostela una media cercana al centenar de titulados en alguna área relacionada con la tierra.
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