EL APUNTE 1 de marzo y la última de nuestras preocupaciones parece ser la COVID-19. Sí, esa pandemia que nos ha acompañado durante dos años y que se ha llevado consigo a miles de familiares y amigos. ¿Quién nos lo iba a decir hace tan solo hace unas cuantas semanas? Así es nuestro mundo híper revolucionado. Los tanques de Putin en Ucrania han puesto sin solución de continuidad patas arriba nuestro día a día y, lo que parece más preocupante, además de la propia crisis humanitaria, puede cargarse de un plumazo la tan esperada recuperación económica que todos esperábamos tras la pandemia. La crisis de Ucrania nos ha despertado de golpe de esa ‘realidad virtual’ en la que llevamos décadas viviendo. Aquella en la que nos venden que no ocurrirá nada y en la que ‘Papá Estado’ nos protegerá de todo. La realidad es bien distinta. Vivimos en un mundo ultra conectado en el que dependemos energéticamente de dictaduras y oligarquías gobernadas por personajes ‘fuera de control’. La pregunta es: ¿Qué haremos a partir de ahora? ¿Cambiará la crisis de Ucrania la forma de abastecernos de materias primas, con sus correspondientes costes añadidos, y nuestras exportaciones? El sector primario se está viendo gravemente afectado por lo que ocurre en Ucrania, y como consecuencia, en Rusia. La pérdida del granero de Europa está disparando los precios del cereal, maíz y girasol, pudiendo afectar en un futuro próximo incluso al abastecimiento de nuestra industria alimentaria. Y ahí se abre esa disyuntiva tan diabólica del egoísmo de intereses. Aunque muchos, con la boca pequeña, defienden el derecho de los ucranianos a defenderse, a su vez verían con muy buenos ojos, ante un final que parece escrito, un desenlace rápido. Meses de guerra solo significarían destrucción, más muertes, e infraestructuras que tardarán años en reconstruirse. A los poderes económicos no les interesa ese final. Muchos países de la UE están reclamando, David Pozo y con razón, una flexibilización de las medidas de la PAC y facilitar la importación de materias primas de otros países. Y Rusia es otro cantar. Queda claro que acabe como acabe la guerra de Ucrania, mientras Putin siga en el poder las relaciones políticas y comerciales no volverán a ser las mismas. El mercado ruso se había convertido en significativo para algunos de nuestros mercados alimentarios, como las frutas y hortalizas, el sector cárnico o, incluso, la maquinaria agrícola. Aunque es cierto que la economía suele recorrer otras latitudes más allá que la geopolítica, a partir de ahora el escenario cambiará radicalmente. Bien harán muchos en comenzar a buscar nuevos mercados para sus productos. Y qué decir de la especulación de los precios de la energía que, ahora sí, están afectando más que nunca tanto al sector primario como a la industria alimentaria. Desde regar hasta producir una barra de pan está encareciéndose hasta niveles nunca vistos. Y, por si no fuera poco, todos miramos al cielo para que el tan denostado cambio climático haga un paréntesis y no nos vuelva a castigar con una sequía de consecuencias imprevisibles. ¿Quién decía que la COVID-19 era el mayor de nuestros problemas? Virgencita, virgencita, que me quede como estoy… Virgencita, virgencita…
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