A188 - Equipos y tecnología para la agricultura

EL APUNTE Deberes… ¿cumplidos? El Parlamento Europeo ha puesto punto y final a tres años de dimes y diretes con la aprobación de la nueva PAC 2023-2027. Y lo ha hecho con el voto favorable de casi el 70% de todo el arco parlamentario. Pero una cosa son los hechos y otra, muy diferente, las sensaciones. Aun- que sea cierto que se trata de la PAC más ambiciosa aprobada en los últimos 30 años, no lo es menos que el cansancio tras centenares de reuniones ha hecho que más de un miembro del Parlamento Europeo haya apretado el botón verde con los ojos cerrados. Para una buena parte de ellos no es la mejor PAC, sino la menos mala. No olvidemos el goloso pastel de 386.000 millones de euros que se han de repartir entre diez millones de empresas agrícolas de toda la UE, de ellos 695.000 beneficiarios son españoles, con un total de 47.724 millones a repartir. Pero cuando hay esta gran partida económica en juego, y a pesar de que muchos consideran que se ha ido demasiado lejos con el ‘Pacto Verde’ o la estrategia ‘Farm to Fork’, se ha preferido mirar los aspectos positivos de esta PAC. Un 10% de los pagos directos asegurados para las pequeñas y medianas explotaciones, al menos el 3% del presupues- to para los jóvenes agricultores o la ‘condicionalidad’ social introducida por primera vez en una PAC, son algunos de ellos. Pero la pregunta que todos nos hacemos es evidente: ¿De verdad he- mos llegado al final del camino? Pues la respuesta es no. Aún falta un último paso, el ponernos de acuerdo a nivel nacional. Y ahí la situa- ción tampoco es fácil, con intereses contrapuestos entre las diferentes CCAA, donde buena parte de ellas prefieren luchar en el Pacto Nacio- nal por asegurar porcentajes y ‘prebendas’ que en algunos casos pare- cen indefendibles. ¿Y el contexto cuál es? Pues nada halagüeño. El campo vuelve a la calle. La pandemia, los altos costes de la energía, unos precios de las mate- rias primas que no paran de crecer, y una crisis climática en la que la agricultura es una de las grandes perjudicadas, ha hecho que el sector primario vuelva a gritar BASTA. Y las reivindicaciones, más que nun- ca, están justificadas. El campo lleva años reclamando un reparto más justo del valor de los alimentos en la cadena alimentaria, y la razón la tiene. La presión sobre nuestros agricultores y ganaderos es altísima y la situación insostenible. La pregunta que me gustaría que todos nos hiciéramos es si más allá de las medidas políticas, cada uno de nosotros como consumidores podemos poner nuestro granito de arena para que lo que ingerimos sea realmente ‘nuestro’ y revierta como debe en aquellos que quieren ganarse la vida en sus explotaciones. ¡Reflexionemos! David Pozo

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