Firmeza facial: el óvalo perfecto
por Magda Simó
A pesar de haber cuidado durante años el cutis de manera metódica, hay ciertos cambios que se producen inexorablemente en la piel por el paso del tiempo, por los cambios metabólicos que tienen lugar en los procesos del cuerpo con el envejecimiento normal. Por supuesto, no afectarán del mismo modo a una piel que se ha limpiado, tonificado y nutrido de manera rutinaria de los 20 a los 40 años que a un cutis que nunca se ha cuidado y que se ha dejado a su aire, expuesto a las agresiones, la sequedad y la deshidratación o el exceso de grasa. Pero en cualquier caso, el tiempo no pasa en balde y todo nuestro cuerpo envejece poco a poco, aunque al principio no se comprometen funciones vitales y sólo se van deteriorando algunos procesos, como los que mantienen la piel juvenil y tersa. Una auténtica lástima, pero no todo está perdido.
Básicamente, el proceso que provoca la aparición de la temida flaccidez cutánea es la degradación de las fibras de colágeno y elastina que se encuentran en la dermis y que son las responsables de la tensión de la piel. Estas fibras dan su consistencia juvenil a la piel, pero con el paso del tiempo pierden calidad y dejan de sostenerla del mismo modo. Además, los músculos faciales, muchas veces infrautilizados, tampoco sostienen las estructuras cutáneas con la misma tensión que en la juventud, y poco a poco, la piel se destensa y no se ajusta del mismo modo a la estructura ósea facial, de modo que va cayendo y desdibujando el contorno. Este proceso comienza a producirse a partir de los 30 años, pero no se evidencia de manera visible hasta los 40, normalmente. Si además añadimos una bajada grande del peso corporal, es fácil que la flaccidez sea mucho más evidente, y también de modo más prematuro. Pero esto no ocurre de la noche a la mañana, y antes de llegar a extremos muy visibles hay muchos pequeños signos a los que prestar atención, porque un diagnóstico estético profesional bien hecho acompañado del tratamiento adecuado puede ralentizar o incluso frenar el proceso, aportando al cutis un mayor sostén.
La firmeza facial es un bien efímero pero con constancia y los protocolos adecuados puede prolongarse más allá de lo que se conseguiría de modo natural. Un buen plan de ataque, sesiones de tratamiento intensivo en cabina y el mantenimiento a domicilio consiguen beneficios que pueden ser rápidamente visibles.
Como en todos los tratamientos faciales, lo fundamental en los protocolos de reafirmación es comenzar por una limpieza exhaustiva, que libere la piel de impurezas y células muertas para que el tratamiento posterior sea mucho más efectivo. La hidratación es otro de los básicos que no puede tomarse a la ligera, porque sobre una piel correctamente hidratada, con las reservas hídricas de la dermis protegidas, no es tan fácil que se asienten la flaccidez y las arrugas. Una vez atendidas estas necesidades primordiales de cualquier piel, es el momento de plantearnos seriamente cómo atacar los frentes de la firmeza facial, sobre todo en los puntos tradicionalmente más sensibles: laterales de las mejillas y cuello, zonas escasas en glándulas sebáceas y caracterizadas por una piel más fina y desprotegida. En estas áreas, es importante incidir con cosméticos específicos que aporten de manera tópica las sustancias que la piel ya no produce de manera natural, como sintetizados de colágeno u otras sustancias tensoras, que contribuyen a un efecto progresivo de tensión sobre la piel. Estos productos, apoyados por los masajes reafirmantes específicos, que trabajan las fibras musculares para que refuercen su labor de sostén cutáneo, tienen un efecto visible sobre el cutis. Además, los tratamientos de firmeza pueden complementarse con tratamientos de aparatología en sus múltiples variantes, como los infrarrojos, que activan la producción de colágeno y elastina en las capas más profundas de la piel. Los aparatos de corrientes eléctricas y la mesoterapia virtual también han sido muy utilizados en tratamientos de firmeza, por su acción activadora de las fibras musculares, como una gimnasia pasiva que ayuda a remodelar el rostro.
La esteticista, como principal prescriptora de tratamientos cosméticos y como experta en el cuidado facial, es la encargada de detectar los primeros signos de flaccidez cutánea y avisar de manera honesta a sus clientes, a la vez que les aconseja las rutinas más adecuadas de cuidado. La firmeza facial es un bien efímero, pero que con constancia y los protocolos adecuados puede prolongarse mucho más allá de lo que se conseguiría de manera natural. Elaborando un buen plan de ataque, que incluya unas sesiones de tratamiento intensivo en cabina y el mantenimiento en casa, los beneficios pueden ser rápidamente visibles y el óvalo facial recuperar su contorno definido y terso.
Fotos: Dessange