Minijobs
Es la nueva palabra de moda: minijobs, miniempleos si prefieren; el nuevo concepto que tiene en vilo a sindicalistas, empresarios, economistas, políticos y analistas diversos. Y yo la verdad es que ya no sé si nos toman el pelo o qué pasa. Porque en definitiva estos minijobs son empleos a tiempo parcial por un sueldo también proporcional a esa jornada y que pueden compatibilizarse con otros semejantes. Vamos, que es más viejo que el ir a pie, porque quien más quien menos, todos recordamos a nuestros padres –o los más jóvenes a sus abuelos– hablando del famoso pluriempleo como medio de ganarse la vida.
Los sindicalistas claman contra el invento porque dicen que no asegura ni un trabajo ni un salario dignos. Y digo yo, ¿qué es un salario digno y quién lo decide? O lo que es más importante: en los tiempos que corren, ¿qué es mejor, trabajar o no trabajar? Si además pensamos en los jóvenes, creo que es esencial integrarse en el mercado laboral, y para ello hay que empezar a trabajar como sea, donde sea. Y luego luchar para ganarse el puesto y para pasar a un contrato mejor para merecer un sueldo más alto. Nadie dijo que fuese fácil, pero es que me atreveré incluso a decir que nadie dijo que haya de ser fácil. Hemos borrado de nuestras vidas la cultura del mérito, del esfuerzo, del sacrificio y su recompensa. En definitiva, de la responsabilidad. Tomen como ejemplo un anuncio de una compañía telefónica que puebla estos días las calles: “tenemos derecho a soñar, y a que nuestros sueños se hagan realidad”. Pues no, miren. Derecho a soñar sí, por supuesto, pero ¿derecho a que nuestros sueños se hagan realidad? ¿Cómo, por arte de magia, por decreto ley, mediante una subvención? No, los sueños hay que trabajárselos y realizarlos con los propios méritos. Su realización no es un derecho, en absoluto. Y si fuese un derecho ya no sería un sueño.
En síntesis, pues, que me parece muy bien que se arbitren nuevas fórmulas para que los parados puedan trabajar, de una u otra forma. Aunque sea poniendo nombres nuevos e ingleses a cosas que son viejas y castizas. ¿Que hay que cobrar menos por trabajar? Pues posiblemente sí. Pero vamos a ver, ¿qué está haciendo si no el autónomo que ha tenido que rebajar sus precios a costa de sus propios márgenes? ¿Acaso no está ganando menos que antes, no es eso una rebaja de su sueldo?
Busquemos maneras imaginativas que permitan poner a trabajar al mayor número de gente posible, y la economía mejorará: más trabajadores percibiendo sueldos, aunque sean pequeños, suponen más consumo, y eso mueve la rueda. Menos parados cobrando del estado y más empresas cotizando por ellos suponen menos déficit público. No hay más soluciones: hay que trabajar más y ganar menos. Todos, empleados y empresarios. Sencillo, triste y duro, pero realista. Seamos valientes y afrontémoslo todos, cada uno desde su perspectiva.