Yo quiero ser una chica Almodóvar...
por neus hilari
Y no es de extrañar; ser chica Almodóvar significa formar parte de ese universo tan personal, kitsch y colorido que el director crea para sus películas, llenas de anti heroínas y personajes imposibles. Queremos invitarte a descubrir la peculiar estética del director manchego y convertirnos todas en chicas Almodóvar por un día.
Aunque algunos lo aman y otros lo odian, sin Pedro Almodóvar el cine español no gozaría del respeto internacional que tiene actualmente. El director manchego, con su particular estilo y esa estética cinematográfica tan suya, ha conseguido llevar sus películas hasta lo más alto de los premios del cine, como el Festival de Berlín o la Ceremonia de los Oscar. Una carrera dilatada y exitosa que no habría sido la misma sin el pilar más básico de sus películas: las chicas Almodóvar.
Las musas de Pedro surgieron ya en su primera película Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón, estrenada en 1980, cuando España todavía se encontraba en plena Transición democrática. La película, su estética y el estilismo de sus actrices están ampliamente ligados a la movida madrileña y a los irreverenteres punks y rockeros con cazadoras de cuero y mucha brillantina que la componían. Fue este film de carácter canalla el que vio nacer a las primeras musas de Almodóvar interpretadas por Carmen Maura –Pepi–, Eva Siva –Luci– y Alaska –Bom–. Las tres fueron las encargadas de abrir la caja de truenos del universo del director manchego; Pepi con su estética de chica moderna, abierta, simpática y sin complejos, con su cabello largo y su maquillaje estridente; Luci, como ama de casa tímida, sumisa, que sólo viste batas, turbantes y lleva las cejas pobladas y no usa maquillaje; y Bom, como jovencita punk que enseña a Luci los entresijos de la movida de Madrid, con su peinado con cresta punk y sus pelucas, las cejas utradepiladas, maquillaje blanco y ropa negra de cuero con cadenas. Estas tres primeras chicas Almodóvar nos llevaron sin quererlo hacia un universo nuevo, mezcla de kitsch y pop art, de bajos fondos y con personajes llenos de peculiaridades cuya misión principal era romper contra el hermetismo que todavía se vivía en la Transición después de treinta años de dura dictadura.
Esta tónica almodovariana de retratar personajes fuera de la norma, escandalizadores, torturados y peculiares siguió viéndose en sus siguientes películas, como Entre tinieblas –1983–, Matador –1986–, Mujeres al borde de un ataque de nervios –1988–, ¡Átame! –1989–; en las que Pedro Almodóvar siguió profundizando en personajes femeninos lejos de la noñería y deslenguados, con tal de escandalizar a su público. En esa época destaca el papel de Carmen Maura como chica Almodóvar en mayúsculas, ya que ejerció de musa de todas sus primeras películas. La relación acabó en 1988 tras el rodaje de Mujeres al borde de un ataque de nervios, cuando una pelea entre el realizador y su musa terminó con su amistad y sus colaboraciones. Tras romper con Carmen Maura, Pedro encontró en Victoria Abril a la actriz perfecta para encarnar los valores de sus musas y chicas Almodóvar dándole el papel protagonista de ¡Átame! y Tacones Lejanos –donde también aparecía Marisa Paredes, una habitual en sus películas– y sustituyendo así a Carmen Maura. La voz grave de Victoria, sus labios carnosos y su pequeña estatura eran ideales para encarnar el papel de chica sexy y torturada. El punto álgido de Victoria Abril como chica Almodóvar fue en el film Tacones Lejanos –1991– donde interpretó a la perfección a esa mujer sensual y a la vez melancólica que vive atormentada con una sensación de amor y odio hacia su madre.
Y fue precisamente con este film con el que Almodóvar cierra ya su etapa punk tan influenciada por la movida, para dar un giro experimental a sus proyectos. Y es que Tacones Lejanos se estrenó en 1991, once años después que Pepi, Luci, Bom… una época en la que la provocación y la irreverencia de los primeros films del director ya no tenían cabida en el cine, a causa del avance que la sociedad española vivía ya en los noventa y que quedaba ya muy lejos de ese pensamiento retrógrado y anticuado que había reinado en los ochenta durante la Transición. Fue entonces cuando, con el film Kika –1993–, Almodóvar inicia una etapa experimental para buscar una nueva identidad. De los nuevos films de esta época, Kika es quizás el más experimental de todos, por encontrarse a medio camino entre el Almodóvar de la movida y el nuevo Almodóvar experimental. La película mezcla el típico universo pop art colorido y repleto de anti héroes atormentados de las anteriores películas de Almodóvar, capitaneado por Verónica Forqué en el papel de Kika; con una nueva estética futurista y experimental, con trajes plateados, de vinilo (diseñados por Jean Paul Gaultier y Versace) y peinados imposibles cubiertos con cascos casi de astronauta.
Aún así, el director seguía sin sentirse cómodo en estos nuevos registros y sus films no conseguían los mismos resultados de crítica y público que al principio. No fue hasta el año 1999 que con Todo sobre mi madre, Almodóvar volvió a encontrarse a sí mismo. La película, protagonizada por Cecilia Roth, Marisa Paredes y Antonia San Juan, –en este film fue también cuando el realizador empezó su andadura cinematográfica con su nueva musa, que lo es todavía a día de hoy: Penélope Cruz–. recuperaba al Pedro Almodóvar de sus inicios, pero mucho más refinado y maduro. En Todo sobre mi madre, Almodóvar encuentra el equilibrio perfecto entre el cine irreverente de sus inicios y una nueva forma de realizar mucho más madura, refinada y autobiográfica. A partir de este film, sus chicas dejan de ser las modernas alocadas retratadas en Pepi, Luci, Bom…, Mujeres al borde… o Kika; para ser ahora mujeres maduras, con problemas, tormentos, alegrías y penas. Sin duda, con Todo sobre mi madre Pedro Almodóvar madura y con él maduran también sus chicas.
Con el paso de los años, esta nueva manera almodovariana de hacer cine ha ido creciendo y formándose en los últimos films del manchego, hasta llegar al máximo exponente con Volver, estrenado en 2006. La película supuso la consagración como chica Almodóvar de Penélope Cruz y también como actriz de renombre internacional. Además, también fue el punto de reencuentro entre el director y su primera musa; Carmen Maura. Y es precisamente en Volver donde un Pedro Almodóvar maduro y con mucha experiencia a sus espaldas encuentra el equilibrio perfecto entre sus chicas descaradas, modernas, irreverentes y atrevidas, y esa imagen de la que el director tanto renegó en sus inicios: el costumbrismo de pueblo de la España más profunda que tanto marcó su infancia manchega.