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Central hidroeléctrica de Proaza en el Principado de Asturias

En el pequeño concejo montañoso de Proaza, de apenas setecientos habitantes, Joaquín Vaquero Palacios realizó la que es considerada como una de las obras más emblemáticas del patrimonio industrial español del siglo XX. La central hidroeléctrica de Proaza, que sigue en funcionamiento en la actualidad, se concibe como una colosal escultura en el paisaje, cuyo interior resulta, si cabe, aún más sorprendente que su exterior.

La explotación de los yacimientos de mineral de hierro en Vizcaya y Santander marca el inicio de la industrialización en la cornisa cantábrica. Con apoyo de capital extranjero nacerían las primeras industrias siderúrgicas en Santander y Bilbao-Bolueta y pronto aparecerán también en Asturias, en los núcleos de Sabero, Mieres y Gijón. Esta industria necesitaba energía constante, abundante y fiable. Así, el sector eléctrico se convierte en el motor esencial de la industrialización.

Vista general de la parte emergida de la central hidroeléctrica...

Vista general de la parte emergida de la central hidroeléctrica. La apertura superior permite la salida de los cables de alta tensión hacia la estación transformadora. Foto: Luis Argüelles/Fundación Docomomo Ibérico.

A pesar de que la construcción de pantanos está asociada a la obra pública de los primeros años del franquismo, lo cierto es que el régimen solo retomó planes anteriores de la dictadura de Primo de Rivera o de los años de la República. La Guerra Civil y la década posterior marcaron un parón temporal en el desarrollo industrial y, al término de esta, una importante sequía conlleva una escasa producción de electricidad que lastra el desarrollo industrial.

El Instituto Nacional de la Industria (INI), creado en 1957, fue uno de los principales instrumentos del régimen para la recuperación económica del país y su actuación se basó en promover y facilitar la implantación de nuevas industrias. Para ello será necesario resolver el problema energético. Esto se aborda con la recuperación del Plan Nacional de Obras Hidráulicas de 1933 que no pudo ser llevado a término por la República al no ser aprobado por las Cortes.

Fachada de piezas laminares de hormigón armado que dejan ver el interior de la sala de turbinas. Foto: Luis Argüelles/Fundación Docomomo Ibérico...
Fachada de piezas laminares de hormigón armado que dejan ver el interior de la sala de turbinas. Foto: Luis Argüelles/Fundación Docomomo Ibérico.

Rebautizado como Plan de Transformación y Colonización, sus actuaciones permiten el aprovechamiento integral de buena parte de las cuencas hidrográficas, principalmente en los Pirineos centrales, en la franja cantábrica y Galicia. Se construyeron hasta 615 embalses y, con ellos, la proliferaron de imágenes de Franco inaugurando pantanos. En el Cantábrico, la abundancia de recursos hídricos, por el clima atlántico y la proximidad de importantes cordilleras, simplifican la generación de energía. Las primeras centrales eléctricas en Asturias fueron construidas por el ingeniero Narciso Vaquero.

El hijo de Narciso Vaquero, Joaquín Vaquero Palacios, demostró una marcada sensibilidad artística desde niño y eligió la carrera de arquitectura como vocación paralela a la pintura. Sus primeros años de actividad profesional se centraron en el arte, por ello, al terminar la carrera de arquitectura se afincó en París y posteriormente en Nueva York, donde intentó hacerse un nombre como artista y expuso en diversas galerías de arte. A su regreso continuó con su intención de hacer carrera en el mundo del arte, pero empieza a compaginarlo con sus primeras obras arquitectónicas construidas en un marcado estilo racionalista y, posteriormente, de carácter historicista como el extraordinario Mercado de Abastos de Santiago de Compostela.

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Interiores de la sala de turbinas con los murales inspirados en los campos magnéticos y el altillo de la sala de control...

Interiores de la sala de turbinas con los murales inspirados en los campos magnéticos y el altillo de la sala de control. Fotos: Luis Argüelles/Fundación Docomomo Ibérico.

La trayectoria profesional de Vaquero Palacios da un giro inesperado cuando recibe el encargo de construir una serie de centrales hidroeléctricas en su Asturias natal. Hidroeléctricas el Cantábrico, la empresa de la cual recibe el encargo, proviene de una de las empresas que fundó su padre, la Junta de Saltos de Agua de Somiedo. Estos trabajos se convierten en un extraordinario ejemplo de integración de las artes y la arquitectura: el maravilloso Salto de Salime, las centrales eléctricas de Miranda, Aboño y Tanes y, finalmente, la central hidroeléctrica de Proaza. Todas ellas son ejemplos únicos en el mundo de la unión de la ingeniería, la arquitectura y el arte.

Interior de la sala de turbinas con el altillo de la sala de control al fondo. Foto: Luis Argüelles/Fundación Docomomo Ibérico.

La central hidroeléctrica de Proaza es una gran urna de hormigón conectada a una tubería de agua proveniente del embalse de Valdemurio en Quirós y que desciende por la pronunciada pendiente de la garganta de Peñas Juntas. El edificio custodia las inmensas turbinas para la producción de energía, aunque buena parte de los mecanismos de generación de electricidad son invisibles ya que se encuentran en el subsuelo. El programa se completa con un gran puente grúa, que permite el mantenimiento de los elementos infraestructurales, salas de control y oficinas para el personal.

La parte emergida de la central es un volumen prismático de 36 metros de largo y 12 de ancho, construido enteramente en hormigón. Vaquero Palacios lo trata como si fuese una gran escultura plegando sus planos a modo de un colosal ejercicio de papiroflexia. En la fachada, los pliegues generan un interesante juego de luces y sombras que cambia en función de la luz y a lo largo del día. El testero más alejado del monte está dominado por un relieve escultórico formado por 16 paneles de 2 x 2 metros con símbolos geométricos y abstractos que hacen referencia al ser humano y la naturaleza.

Panel escultórico conformado por dieciséis relieves de hormigón que representan elementos como Dios, la tierra, el hombre, el sol, el alba...
Panel escultórico conformado por dieciséis relieves de hormigón que representan elementos como Dios, la tierra, el hombre, el sol, el alba, el intelecto, la noche, el fuego, el aire, el agua, etc. Foto: Luis Argüelles/Fundación Docomomo Ibérico.

En el interior nada queda al azar. Se reutilizan materiales empleados en la construcción, como vías férreas y tuberías para crear elementos de diseño industrial con un marcado carácter escultórico: los pasamanos, por ejemplo, se resuelven con cobre proveniente de los cables de alta tensión. La mano de Vaquero Palacios es omnipresente: diseña las carcasas de los alternadores, los cuadros de mandos, las mesas, armarios, lámparas o pupitres, etc.

Los elementos más llamativos del interior son los seis grandes murales con motivos geométricos que recuerdan a las obras pop-art de artistas de la década de 1960 como Víctor Vassarely. Los dibujos están basados en los campos magnéticos generados por imanes ─representados en rojo─. Sin duda, para el visitante estos interiores evocaran las moradas de los villanos de las primeras películas de James Bond que firmó el diseñador alemán Ken Adam.

En un momento en el que irremediablemente las distintas disciplinas técnicas y artísticas tendían a independizarse, Vaquero Palacios se resiste a renunciar a la belleza, a pesar de la practicidad del encargo. Al contrario, su planteamiento aúna el conjunto de retos técnicos y arquitectónicos que plantea el edificio y los supera, creando una obra sincrética y total donde las dimensiones técnicas, plásticas, culturales y paisajísticas se funden de forma inseparable.

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