Entrevista a Xavier Valls, arquitecto y socio del estudio Padrós Valls Arquitectes
8 de noviembre de 2011
El proyecto consistió en la urbanización de unos 3.100 metros cuadrados de vial en dos áreas contiguas como son la Plaça de la Vila y el Passeig de Sant Joan. La plaza era simplemente una losa rectangular de hormigón que ocupaba una pequeña parte del total, mientras que el resto era un espacio prácticamente sin urbanizar y donde la prioridad era para los vehículos. Dicho proyecto pretendía cambiar la situación transformando toda la calle en plaza, priorizando y dándole el uso al peatón, eligiendo los pavimentos, el mobiliario y la jardinería más adecuados para ese espacio representativo de acceso al consistorio.
Asimismo, también se quisieron aprovechar los elementos ya existentes que, en opinión del estudio de arquitectos, tenían un valor especial: el muro de piedra que separaba los dos niveles de la plaza, diversos árboles, etc.
El tramo del Passeig de Sant Joan, con una sección de dos aceras, dos carriles para la circulación y uno de aparcamiento, mantiene el carácter de vial rodado de la trama urbana adyacente, aunque la acera norte, con la continuidad del pavimento y la presencia de árboles se plantea como continuación del espacio superior de la Plaça de la Vila.
¿Cuál es el origen del proyecto de Vilada?
El encargo inicial era actualizar precios de un proyecto existente en el Ayuntamiento desde hacía unos años, incorporando unas partidas de instalaciones y llevar la dirección de obra. Pese a que se trataba de un espacio representativo de la localidad al ser la plaza mayor (Plaça de la Vila), el proyecto preveía un vial segregado donde las calzadas y los aparcamientos asfaltados que ocupaban la mayor parte de la calle y donde el espacio para peatones y el concepto de plaza eran inexistentes. Nosotros justificamos ante el consistorio que, por el mismo precio, podían tener y ejecutar un proyecto donde el protagonista del espacio fuera el peatón, de modo que se entendiera como un espacio de estar y no de paso, y que el resultado final fuera realmente el de plaza. El emplazamiento lo pedía.
¿Qué requisitos se tenían que cumplir?
Por parte del cliente, es decir, el Ayuntamiento, lo cierto es que a priori pocos requisitos ya que, como hemos comentado, el encargo definitivo prácticamente lo sugerimos nosotros.
Por nuestra parte, todos aquellos elementos que echábamos en falta en el proyecto existente: incorporación de zonas con vegetación; mejoras para los peatones, con especial atención a los temas de accesibilidad y optando por reducir el espacio del coche en la zona de la plaza y eligiendo secciones de plataforma única; incorporación de soluciones básicas para la mejora de la sostenibilidad de la actuación —como fue el sistema de alumbrado de potencia regulable, un sistema de saneamiento separativo, reducir la superficie asfaltada, etc.—.
Su despacho, más allá del diseño, ¿participa en la determinación de las obras, elección de proveedores...?
Para que un proyecto acabe materializándose ajustado a lo previsto es importante que el mismo equipo que lo ha redactado participe en la dirección de obra. Por más que el proyecto detalle con todo rigor, en una obra, y especialmente cuando se trata de la reforma de espacio público, pueden surgir todo tipo de imprevistos, desde instalaciones subterráneas no documentadas, de interpretación por parte de la constructora, sugerencias de los propietarios o usuarios, etc. De modo que si no se mantiene el hilo del argumento de todo el proyecto, estos factores pueden acabar desvirtuando el resultado final. O que quien lleve la dirección de obra, por más que haya estudiado el proyecto, al no haber participado en la redacción se puede dejar detalles y matices.
En cuanto a la elección de proveedores, sí que hay definidas algunas partidas, en general una pequeña parte, que prevén unos materiales muy concretos (tipología de losas de pavimentos, alumbrado, mobiliario urbano) lo que, prácticamente, deja el proveedor ya determinado. Sin embargo, existe una gran mayoría de partidas en las que, si bien la calidad de las características de los materiales quedan bien definidas, el mercado es lo bastante amplio como para no definir al proveedor previamente.
En su experiencia, ¿qué diferencias encuentran entre trabajar con una administración pública y una empresa privada?
Quizá una de las diferencias más relevantes es que el sector privado es más intervencionista en el proyecto. Es suyo y quiere dejar constancia de su opinión.
Cuando trabajas para la administración, es más complicado saber quién es un interlocutor válido o el que es más efímero: puedes mantener conversaciones con diferentes alcaldes, con inquietudes distintas, lo que a veces dificulta la coherencia del proyecto.
Otra gran diferencia son también los ‘timmings’. En la administración pública se puede dilatar el tiempo de manera indeterminada, tanto en el propio proyecto como, especialmente, en los pagos.