Entrevista a Maider Arieta-Araunabeña, investigadora de Gaiker-IK4
¿Qué ocurre con los recipientes que contienen aceite vegetal usado? ¿Cómo se gestiona este residuo en la actualidad?
El primer problema al que nos enfrentamos son las malas prácticas, pese a que se indica claramente en los contenedores cómo proceder.
¿Qué tipo de malas prácticas?
Todavía hoy en los contenedores de aceite vegetal usado podemos encontrar otro tipo de aceites —como lubricantes para coche—, bolsas de basura, ropa y recipientes que contienen aceite vegetal usado pero de otros materiales como cristal o tetra briks. El segundo problema que encontramos es qué hacer con las botellas de plástico, es decir, las que, según solicita Rafrinor, deben contener el aceite.
¿No se pueden reciclar?
No, el grado de suciedad de esos envases es muy elevado y no se pueden mezclar con el resto de fracción plástica del contenedor amarillo para su posterior tratamiento y reciclaje.
¿Y no se pueden lavar como el resto de envases?
El problema de estos envases no es sólo el aceite. El aceite usado proviene de frituras que contienen posos que se sedimentan y son realmente difíciles de eliminar.
¿De qué tipo de botellas estamos hablando?
De politereftalato de etileno (PET), de polietileno PE, polipropileno (PP)… hay un poco de todo.
¿Y todas las botellas, independientemente del material plástico en las que están fabricadas, plantean el mismo problema?
Exactamente el mismo.
Y es en este punto donde interviene Gaiker…
Sí, desde 2010 hemos estudiado dos alternativas de reciclado. Una primera vía se centraba en el reciclado mecánico. En ella hemos llevado a cabo varias etapas de lavado y de identificación automática para ver si podíamos llegar a un grado adecuado que permitiera extruir de nuevo el material y procesarlo.
¿A qué conclusión han llegado?
Las etapas de lavado fueron muy numerosas y aun así fue muy difícil eliminar por completo la suciedad y los restos que comentaba antes. Hoy por hoy el reciclado mecánico de este tipo de plástico es del todo inviable desde un punto de vista económico.
¿En qué ha consistido la segunda vía de trabajo?
Emplear ese plástico como combustible alternativo. Hoy en día ya está estandarizado y hay serie de normas para combustibles derivados de residuos que clasifican en diferentes categorías aquéllos que pueden utilizarse como combustible y exigen que estos cumplan una serie de condiciones y limitaciones. En base a esas normas, en el estudio llevamos a cabo los análisis correspondientes con el residuo plástico y determinamos que es un material adecuado para emplearlo como combustible alternativo.
¿Dónde?
En calderas, en hornos, en cementeras… tiene una calidad muy buena. Basta con un buen triturado.
¿Qué hay del medio ambiente?
Todo dentro de los límites que marca la ley: las emisiones, así como los contenidos de cloro y de metales están por debajo de lo que establecen las diferentes normas.
¿Y el hecho de quemar un plástico con restos de frituras, de aceite ya quemado, no presenta ningún inconveniente?
Nada en absoluto. En el estudio hicimos una comparativa entre envases sin lavar y envases a los que habíamos retirado el aceite y no existía ninguna diferencia en cuanto a emisiones.
Así que tras el estudio, ustedes han determinado que la mejor alternativa para estos envases es la valorización…
Sí, no se pueden reciclar, y antes de que acaben en un vertedero, la mejor opción es emplearlos como combustible. Y yo aconsejaría hacer lo mismo con esa fracción mixta del contenedor amarillo que acaba en las plantas de clasificación y que no se puede reciclar. Debería analizarse el contenido de ese resto y darle salida como valorización energética.
Quizá ésta no es una actividad demasiado popular entre los ciudadanos…
Sí, está mal visto, pero no sé si la gente es consciente del problema que suponen los vertederos. En Europa esto no pasa. En otros países, enviar algo a un vertedero es realmente caro y acaban buscando otras alternativas más sostenibles, como la valorización energética.