Los hospitales pueden reducir su impacto ambiental con energía solar y recuperación de calor
La demanda energética de un hospital es elevada y debe ser constante y sin interrupciones debido a los servicios sanitarios que ofrece. Los mayores costes energéticos de los hospitales proceden del consumo en calefacción, refrigeración, ventilación, iluminación, equipos médicos y procesos clínicos, instalaciones que en muchos casos utilizan combustibles fósiles y generan grandes cantidades de gases de efecto invernadero. Tanto una mayor eficiencia energética como la integración de fuentes renovables pueden reducir el consumo de energía de los hospitales y, en consecuencia, su huella de carbono.
Para reducir este impacto, cada vez más hospitales apuestan por la integración de energías renovables, como la solar, la eólica o la biomasa, que permiten generar electricidad de forma limpia, sostenible y económica. Estas energías pueden complementar o sustituir a la red eléctrica convencional, reduciendo la demanda y los costes energéticos.
Según la Organización Mundial de la Salud, los hospitales que utilizan energías renovables y medidas de eficiencia energética pueden reducir su huella ambiental a la mitad, contribuyendo a mitigar el cambio climático y a mejorar la calidad del aire. Asimismo, pueden ahorrar recursos económicos que pueden destinarse a mejorar la calidad de la atención sanitaria y a ampliar la cobertura a más población.
Energía solar
En el caso de instalaciones fotovoltaicas, se elegirá el tipo adecuado de módulo en función de criterios de diseño, precio o espacio disponible. También habrá que decidir si el sistema fotovoltaico va a ir conectado a la red o si va a ser un sistema de autoconsumo aislado dotado con un subsistema de acumulación.
Los módulos fotovoltaicos más utilizados son los de silicio amorfo y los de tecnología cristalina. Los primeros proporcionan superficies homogéneas que podrán ser opacas o transparentes. En el caso de la tecnología cristalina, las células de los módulos serán totalmente opacas.
Por parte de las instalaciones de energía solar térmica, existen diferentes tipos de captadores, siendo los más utilizados los de placa plana y los de tubo de vacío. Al principio, la energía solar térmica solo se empleaba para calentar agua de uso sanitario, pero con el tiempo han surgido nuevos usos. Por ejemplo, sistemas de calefacción, piscinas terapéuticas o refrigeración solar.
En el caso de la calefacción, el sistema solar se puede usar para el precalentamiento de un sistema convencional como fancoils o radiadores o bien directamente con una instalación de baja temperatura tipo suelo radiante.
Otra de las aplicaciones de la energía solar térmica es el calentamiento de piscinas terapéuticas. En este tipo de piscinas, dado que se utilizan durante todo el año, el sistema solar debe ir acompañado por un sistema de calentamiento tradicional.
Por último, en el caso de la refrigeración solar, la tecnología más usada es la de máquinas de absorción y se puede elegir entre equipos de simple o de doble efecto, en función de la temperatura de alimentación y del COP que se desee.
En general, a la hora de dimensionar la instalación solar, ya sea térmica o fotovoltaica, hay que tener en cuenta aspectos como la radiación solar, la temperatura ambiente, la existencia de sombras, la orientación o la inclinación de la cubierta.
Otro factor a tener en cuenta es la accesibilidad solar, es decir, la posibilidad de recibir el sol, la cual depende del entorno. Por tanto, el dimensionado de la instalación debe incluir un estudio de las sombras proyectadas sobre el edificio por otros edificios o por elementos como cornisas o torres de refrigeración.
La orientación también puede influir en la eficiencia de la instalación. La orientación sur es la más adecuada para una mayor captación solar, si bien desviaciones de 25º no suele tener grandes consecuencias para la instalación.
Recuperación de calor
Los hospitales generan cada día una gran cantidad de residuos de diferente naturaleza, algunos de los cuales son peligrosos para la salud y el medio ambiente. Estos residuos deben ser tratados adecuadamente para evitar riesgos de infección, contaminación o accidentes. Uno de los métodos más utilizados para la eliminación de los residuos hospitalarios es la incineración, que consiste en quemarlos a altas temperaturas en hornos especiales.
Sin embargo, la incineración no solo destruye los residuos, sino que también produce calor, que en muchos casos se desperdicia. Este calor podría ser aprovechado para generar energía eléctrica o térmica, y utilizarla por el propio hospital o por otros usuarios. De esta forma, se lograría una doble ventaja: reducir el impacto ambiental de la incineración y ahorrar recursos económicos.
La integración de energías renovables en los hospitales es una opción viable y beneficiosa, tanto para la salud de las personas como para el medio ambiente. Por ello, se espera que cada vez más hospitales se sumen a esta tendencia y se conviertan en ejemplos de sostenibilidad y responsabilidad social.