Algunos sectores de la sociedad se muestran recelosos
Robótica e inteligencia artificial: ¿ayuda o impedimento?
Aude Skorodensky, DesignSpark Community Manager en RS Components
30/11/2018Hollywood y los estudios de televisión son en gran medida responsables de la percepción pública sobre los robots y los avances tecnológicos, especialmente sobre su impacto en el ciudadano medio.
Las superproducciones parecen decantarse por los extremos: por una parte, tenemos a personajes simpáticos y entrañables, como Wall-E o R2-D2, y, por otra, a cíborgs y máquinas de matar virtuales, como Terminator o el agente Smith de ‘Matrix’. Los estudios de cine también parecen vaticinar un futuro distópico, contaminado o devastado por la guerra, aunque en este caso no queda claro quién es el causante.
Si miramos el presente con los pies en el suelo, es muy difícil encontrar argumentos operativos o financieros que refuten las ventajas que brindan los robots, tanto en entornos industriales como domésticos. Hay algunos problemas sociales, que veremos después, pero no podemos negar que, como especie, nos resulta imposible igualar la carga de trabajo de un robot. Los robots combinan la desenvoltura, flexibilidad y gracia de un bailarín de ballet con la resistencia y fuerza bruta de un levantador de pesas. Nunca se cansan ni se ponen en huelga, no se van de vacaciones ni piden una pausa para el café. Las ventajas son evidentes.
Este hecho no ha pasado inadvertido para Joseph Engelberger, considerado el “padre de la robótica”. Él supervisó la instalación del primer robot en una línea de montaje en la planta de fundición a presión de General Motors en Trenton (Nueva Jersey) en 1959. El prototipo Unimate 001, basado en un concepto de George Devol, a quien Engelberger conoció en 1956, estableció una tendencia que rápidamente se pudo ver en acción en unos 450 robots, diseñados para trabajar en operaciones de fundición a presión.
¿Qué pensaría Engelberger de los robots modernos y de la percepción que tiene el público de ellos? En 1956 se estrenó la famosa película ‘Planeta prohibido’, protagonizada por el no menos famoso ‘Robby el robot’, que sería el primero de muchos personajes parecidos que veríamos en futuras películas. Robby estaba programado para obedecer a un conjunto de normas similares a las tres reglas de la robótica de Asimov, por lo que suponía el punto de partida de una relación beneficiosa, algo que Hollywood parece haber olvidado en los últimos años.
¿Y hasta dónde nos ha llevado todo esto? ¿Cuál ha sido el efecto de esta adopción industrial temprana y del retrato que hemos visto en cine y televisión sobre la industria y la sociedad en general?
Aude Skorodensky: “Es muy difícil encontrar argumentos operativos o financieros que refuten las ventajas que brindan los robots, tanto en entornos industriales como domésticos”.
Los robots industriales ofrecen claras ventajas frente a sus homólogos humanos, que cometen más fallos. En términos de velocidad, repetición, precisión y rendimiento, no podemos competir con ellos: pueden hacer fácilmente trabajos que nos dejarían lisiados o al borde de las lágrimas. Los dispositivos conectados, autónomos e inteligentes, tienen un impacto similar en las aplicaciones domésticas: los cortacéspedes y aspiradores robóticos, los refrigeradores conectados a Internet y los termostatos inteligentes se están abriendo paso en viviendas normales. Los robots domésticos, también llamados ‘cobots’, tienen una función importante en determinados sectores, como el cuidado de mayores y de personas con discapacidades o limitaciones de movimiento.
La Federación Internacional de Robótica estima que el valor del sector de robots de servicios (industriales y domésticos) en EE UU es de 5.200 millones de USD, y que los robots domésticos aportarán unos ingresos de aproximadamente 11.000 millones de USD para 2020.
Dicho esto, ¿ofrece la automatización un panorama esperanzador o nos veremos abocados a un colapso social, seguido de una catástrofe global? Algunos sectores de la sociedad están algo recelosos ante el impulso de esta “mano de obra alternativa”. ¿Tienen motivos para estarlo?
Como hemos visto anteriormente, hay trabajos demasiado arduos o difíciles de hacer para cualquier persona, ya sea por resistencia o agilidad, o porque, en algunos casos, se trata de tareas aburridas que requieren una gran capacidad de concentración. En resumen, los robots hacen los trabajos que las personas no pueden o no quieren hacer. Sin embargo, ¿qué pasa con aquellas tareas que pueden hacer ambos? Ahí es donde radica el principal problema.
Si utilizas las redes sociales o visitas los sitios web de los medios de comunicación más populares, seguramente hayas visto numerosos cuestionarios interactivos para ver cuánto queda para que un robot pueda hacer tu trabajo, si acabarás perdiendo tu puesto debido a la automatización o si la inteligencia artificial terminará por sustituir a los humanos.
Las aplicaciones de inteligencia artificial, con gran riqueza de datos, están sentando las bases de la Industria 4.1 al crear las condiciones ideales para el desarrollo de más aplicaciones robóticas y automatizadas, lo que a su vez está haciendo que aumente la preocupación por la empleabilidad en el futuro.
El ‘South China Morning Post’ publicó hace poco un artículo interesante, cuyo titular rezaba: “Según un estudio, un millón de hongkoneses perderán su trabajo por la inteligencia artificial en los próximos 20 años”. En el cuerpo del artículo se explicaba que “el 28% de los 3,7 millones de puestos de trabajo de la ciudad podrían verse afectados por la automatización“y que, entre aquellos con un 70% de posibilidades de perder su empleo, se encontraban secretarios, contables y auditores. Sin embargo, suavizaba un poco la situación para los chinos al señalar que”según los expertos, las perspectivas son incluso peores en Estados Unidos, Gran Bretaña y Japón”. Estas cifras giran en torno a los trabajos de fabricación y servicios y, como en otros estudios, comentarios e iniciativas (como la de Bill Gates el año pasado), una idea que está cobrando fuerza es la posibilidad de implantar un impuesto a los robots para, de alguna forma, contrarrestar los efectos de la pérdida de empleo humano.
Los robots hacen los trabajos que las personas no pueden o no quieren hacer. Sin embargo, ¿qué pasa con aquellas tareas que pueden hacer ambos?
Relacionado con esto, la Unión Europea ha publicado un informe en el que se detalla cómo la inteligencia artificial y los robots se pueden considerar entidades jurídicas. Este documento muestra algunas cifras bastante interesantes. La primera, que el número de patentes anuales registradas para tecnología robótica se ha triplicado en la última década, refuerza las cifras que vimos antes relativas a Estados Unidos; la segunda es que, para 2025, más del 20% de europeos tendrá 65 años o más. Esta última formaba parte de una sección en la que se abordaba la posible proliferación de cobots.
Sin embargo, lejos de suponer una sentencia de muerte para el empleo humano, el informe ofrecía como contrapunto que los robots, la automatización y los sistemas cibernéticos exigen un mayor número de personas cualificadas, y explicaba que “para 2020, Europa podría enfrentarse a una escasez de hasta 825.000 profesionales del sector de tecnologías de la información y la comunicación, y el 90% de los trabajos requerirán como mínimo competencias digitales básicas”. Esto significa que tenemos que crear trabajos para desarrollar y gestionar los robots y la tecnología necesarios para hacer otros trabajos.
Los robots y la inteligencia artificial no van a desaparecer pronto: los robots están liderando la carga tecnológica y cada vez forman parte de más aplicaciones, mientras que la inteligencia artificial ya se está poniendo en marcha, aunque con resultados dispares. Entre los recientes “fallos” importantes podríamos destacar la enorme cantidad de falsos positivos en un sistema de visión de seguridad altamente publicitado o la divertida predicción de que la Copa del Mundo podrían ganarla dos equipos que fueron eliminados en las fases de grupos. Todo esto nos hace preguntarnos qué otros sistemas se rigen por estas soluciones de inteligencia artificial y, si tuvieran que tomar autoconciencia, como en ‘Terminator’, cuál querríamos qué tomara las riendas.
En su última novela, Dan Brown apuntó a una relación simbiótica entre humanos, sistemas cibernéticos y robots que definiría la sociedad moderna. Aún no hemos llegado a ese punto, pero será cuestión de tiempo hasta que se implanten etiquetas de seguridad con tecnología RFID en el brazo para entrar en habitaciones, algo que sin duda sería la base de mayores aplicaciones y mejoras en nuestros propios cuerpos. Si eres lo suficientemente mayor para acordarte de 'El hombre de los seis millones de dólares', puede que ya estés pensando en piernas superpoderosas o quizás en un ojo biónico. No creo que seis millones de dólares nos dieran para mucho en este momento, pero, teniendo en cuenta la inflación y la tasa de cambio de la tecnología, esperaba que ya tuviéramos sobre la mesa una gama más amplia de mejoras cibernéticas. Supongo que nos tendremos que conformar con los asistentes virtuales para apagar la luz, ajustar la calefacción o atender el teléfono hasta que aparezca algo más interesante.